Capi 2

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¿Alguna vez les ha llegado un obsequio anónimo que rozaba lo aterrador? No podría serlo, era imposible pero

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¿Alguna vez les ha llegado un obsequio anónimo que rozaba lo aterrador? No podría serlo, era imposible pero... Esa sensación de ser observado la volvió a vivir.

Esto le pasó a Craig, que aún sin ánimos de nada, al abrir su casillero se encontró con ese peluche identico a Stripe.

En la noche ni siquiera cenó y apenas pudo descansar, no tener más a su mascota fue un golpe que no esperaba recibir pronto; sabía que moriría, era viejo, pero nunca nadie está preparado para la pérdida de una mascota.

Por lo que apenas pudo conciliar algunas horas de sueño hasta que su alarma sonó al día siguiente. Llegó el momento de actuar como si nada hubiese pasado el día anterior. Repasó su agenda: clases, entrenamiento, y una salida con sus amigos por la noche. No tenía tiempo de deprimirse por Stripe. Sus actividades mañaneras ocurrieron como era costumbre, esperó el autobús y se fue junto a Stan y su pandilla, quienes siempre estaban en el primer autobús a diferencia de Clyde que dormía en ese mismo instante en su cama.

Todos se separaron hacia sus casilleros cuando llegaron a la escuela. Craig se dirigió al que tenía una calca de nave espacial y se detuvo frente a ella.

—¿Qué? —Preguntó intrigado, su casillero no estaba bien cerrado.

En seguida entendió que sucedió. Alguien abrió su casillero.

Rodó los ojos con fastidio, sabía que al abrir su casillero algo estaría adentro. Podía ser una carta, dulces, lo que fuera, estaba preparado para encontrarse con todo... Menos con eso.

Con esa bola de tela con orejas y bigotes, café suave, y grandes ojos hechos de botones. Era una imagen inocente y cargada de ternura que aterró al azabache frente a él. Tragó duro, ¿Cómo alguien lo supo? No le dijo a nadie, no dio señales de su muerte. Era imposible que alguien se enterara de la muerte de Stripe, era demasiada casualidad. Lo tomó en sus manos, buscando algún nombre o carta.

Buscó a alguien, sin saber exactamente a quién, su cuerpo giró por todo el pasillo que se hallaba casi vacío, nadie parecía ser culpable. Arrojó el peluche de nuevo al casillero, no sabía que clase de persona pudo hacerlo, no había cartas ni nada, solo un recordatorio de su trágico día anterior. Cerró el casillero con fuerza, sin importarle si podía romperlo. 

Sacudió la cabeza intentando olvidar lo sucedido y siguió con su rutina diaria. Por culpa de esos ojos de botón no pudo concentrarse en clases, ni siquiera se percató que la hora del almuerzo ya había empezado a correr.

—Craig viejo, vamos a comer algo o se acabará el descanso.

—¿Tan pronto llegó el almuerzo?—, revisó la hora en su celular.

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