Cielo

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Suspiró, con labios caprichosos, mirando hacia la fuente, viendo la vida mundana de la tierra. Una campesina reía mientras corría por las hierbas altas siendo perseguida por su marido.

El amor...

Sonrió, negando. Por supuesto ella no tenía esa clase de aventuras, su vida no se alteraba y los días, eran siempre perfectos.

Como la hija de Kairosk, Dios de los Cielos, Anisa, disfrutaba de la vida plena que el Olimpo ofrecía. Aguas cristalinas, cielos despejados, temperatura ideal, un sol que resplandecía su piel y todas las comodidades de la hija primera de un Dios como Kairosk.

Sin embargo, Anisa se aburría y a menudo, espiaba la vida terrícola de abajo viviendo de cierta forma a través de ellos

Realmente estaba muy enganchada a la preciosa historia de amor entre un guerrero y una joven sierva, se miraban con sus ojos resplandecientes cómo si nada más existiera en el mundo...

Ella no recordaba la última vez que había sonreído de puro goce... Viendo siempre aquel perfecto paraíso y sus perfectos habitantes.
Y ella misma lo era.

Su pelo, era perfecto, por supuesto. De color oro a juego con sus relucientes ojos azul cobalto y su piel rosada que resplandecía bañada en oro puro.Tenía pequeñas pecas en su nariz y mejillas, en armonía con largas pestañas y cejas perfectas, nada menos.

¿Su cuerpo?

Bueno su cuerpo era perfecto, claro. Medidas perfectas de una joven saludable. Curvas en donde tenían que estar y pequeños pechos creciendo aún. Ella toda era, una auténtica Diosa.

Infló su pecho sintiendo cierta rabia, odiaba no tener defectos. Siempre viéndose perfecta, siempre luciendo como una Diosa...

Anelando tener aquella libertad de la tierra...

Con un dedo, consiguió cambiar el curso ante un incidente inminente que podría matar a la sierva, haciendo que aquella alimaña venenosa desapareciera de su camino.

El guerrero levantó a la mujer dando vueltas con sus manos alrededor de la fina cintura, su sonrisa era tal que la diosa sintió su corazón encogerse.

Anisa miró la fuente afligida mientras a su alrededor el pacífico día soleado se disipaba convirtiéndose en un amargo día gris.

La Diosa no supo lo que hacía hasta que su resplandor en la gran sala, fue la única fuente de iluminación. Despegó sus hermosos ojos cristalinos de la fuente mirando a su alrededor sintiendo el aire volverse frío de repente.

—¿Tu padre no te enseñó a que no provocarais tormentas dentro de palacio?

Ella se giró mirando hacia Yasser y llevó una mano a su pecho suspirando mientras lo miraba de mal humor.

—Largo de aquí.

Él había crecido, o quizás ella había estado demasiado tiempo sin verlo. El tiempo en el cielo, pasaba de manera distinta al de la tierra. Ella estaba casi segura que habían pasado al menos cien noches sin verlo.

Cuando llegaba a la edad adulta, el tiempo pasaba de manera más lenta. Al contrario pasaba en el inframundo, el tiempo iba a gran velocidad, quizás era por eso que Yasser, hijo del Dios de la Muerte ahora lucía como un auténtico Dios caído.

Anisa frunció el ceño, molesta. De todos los dioses tenía que ser él...

—El camino al inframundo está por allí Yasser.

Yasser.

Hasta su nombre era sexy. Pero él lo era más.

Yasser era el futuro Dios de la muerte, su padre Taylos, que antes era un Dios del Olimpo, había violado las normas al tener un amorío con una de las Diosas estando amarrado a Daneshia, diosa de la sabiduría, y lo habían desterrado y a su amante, la habían mandado a las profundidades del mar.

Imprimándome de tiWhere stories live. Discover now