Capítulo 17

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Inés gimió, intentando soltarse, mientras largas ramas sostenían sus muñecas.

—¡Parad! ¡Soltadle!

El viento helado chocaba contra su fina piel y sus piernas estaban enterradas en barro, mientras la lluvia caía sin cesar sobre ellos.

Lágrimas de terror mezcladas con rabia, gritos al cielo. El viento revolviendo su pelo, la desesperación saliendo de su cuerpo.

Momentos antes, el príncipe había parecido, casi como un regalo caído del cielo. Su salvador.

Contemplaba al príncipe, luchar contra una gran jauría de salvajes. Una y otra vez levantándose, siendo atacado de a cinco y con grandes mordidas en su cuerpo, él seguía delante de ella, impasible.

Mientras intentaba liberar a la pequeña tal y como él le había dicho mientras luchaba, se dio cuenta que la cuerda no era una cuerda, era una raíz, una gruesa raíz que salía de la tierra. Y que el cadáver de la mujer presentaba fuertes líneas moradas en su cuello, estrangulamiento. Cuando había intentado alertar al príncipe, gruesas ramas la habían tomado de sus muñecas, mandándola al suelo, arrastrándola hasta donde estaba la niña.

Luego todo había pasado demasiado rápido, los lobos se habían abalanzado contra él con más fuerza, mordiéndolo, mientras él se deshacía de varios, los animales volvían a levantarse y atacarlo. Dotados de una fuerza que no parecía humana...

El vestido estaba empapado e Inés ya no sabía si temblaba de frío u horror.

Detrás de ella la niña lloraba, ahogándose entre lágrimas.

Y delante, una y otra vez, su padre luchaba.

Gritó hasta sentir su garganta arder, con su vista borrosa, implorando a los Dioses ayuda.

Más lobos aparecieron en el lugar e Inés supo que ese era el fin.

Intentó zafarse, casi dislocando sus hombros al intentar ir hacia él, para ayudarlo.

Rogó, rogó tanto.

Y con cada aullido, y con cada mordida su corazón se iba rompiendo.

Un aullido retumbó entre los árboles y pudo ver al príncipe tomar la forma de un gran semi lobo, de pie, de su piel salían parches de pelo grueso y sus manos eran garras, su ropa comenzaba a romperse. De repente, los lobos fueron despedidos por los aires, uno a uno, chocando contra el suelo y los árboles. Raíces brotaron del suelo intentando capturar sus pies, pero él corría hacia ella sobre sus pies y manos, esquivándolas.

El semi lobo, se acercó a ella, con su boca a medio abrir en donde grandes caninos la desafiaban, con sus garras rasgó las ramas, arrancándolas de cuajo. Ella se levantó rápidamente hiperventilando, mientras él liberaba a su hija.

—Estos lobos no son salvajes, alguien los ha hechizado. Debemos huír, ahora —dijo él sonando más animal que humano.

Ella asintió tomando a la niña en sus brazos mientras comenzaban a correr, con sus manos entrelazadas.

La jauría que empezaba a levantarse comenzaron a perseguirlos en la lejanía mientras Khan guiado por su lobo interior, seguía la brisa marina que sabía estaba cerca. Pronto mientras salían del espeso bosque chocó contra el viento frío de la marea.

No había opciones y tampoco tiempo.

—Soltadme mi señor, tomad a la niña y escapad, yo los distraeré...

Sus garras se clavaban contra su mano, haciéndole sangrar pero él no la soltó a pesar de que ella, desesperada, intentaba soltarse mirando atrás. Ella estaba semi transformada también aunque no parecía notarlo.

Imprimándome de tiOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz