Capítulo 19

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Esta, no es una bella historia de amor.

Esta es una historia de traición y venganza.

Esto que voy a contaros, trata de odio y de maldad sin límites...

Si estás dispuesta a seguir, sed bienvenida... A mucho, mucho tiempo atrás....

Venid, venid todos a oír.

de un gato montés que se enamoró del demonio disfrazado de femia.

Mujer de curvas exuberantes y pelaje moteado.

Grandes ojos ámbar y colmillos afilados.

De la familia jaguar, casi extinta.

Conocida por todos y querida por nadie.

¿Era un demonio o era un ángel?

Depende, ¿acaso vos erais su amante?

¡Demonio!

Era asesina de noche y mandataria de día.

Nadie entiende entonces, mi señor,

como cosa tan linda de ella salió.

De día dulce dama,

de noche devoradora de almas.

Y dime, pues, entonces

¿Qué he de hacer si me enamoro de su hija?

Corred.

Porque hermosa niña es,

pero en ella encontrareis,

a un demonio disfrazado de mujer.

La felina corría por la pradera, libre y sonriente, largas patas en vez de cortas, gran pelaje moteado dorado y marrón, ojos miel y colmillos afilados. En su boca dos crías, aún pequeños cachorros, tan hermosas como ella. Era tan larga que parecía aterradora y bajo su piel se podía ver los músculos moverse, la tierra dejaba grandes huellas detrás, de animal desconocido.

Bajo el inmenso bosque moteado de verde, nadie podría verlas. Las dejo en el suelo, echándose a descansar en un claro en donde el sol bañaba con luz cálida todo a su alrededor, viéndolas despertar y bostezar, ambas idénticas, ambas igual de ingenuas ante el mundo que las rodeaba.

El tiempo fue pasando, ya las crías aprendían a cazar por sus propios medios, a esconderse en los mejores sitios, a aprender del bosque que era su hogar. El invierno fue llegando, uno de los peores que la dura madre había pasado.

Para cuando la nieve se endureció, la vieja felina estaba ya congelada, demasiado enferma. Sus crías lamían su cara, desesperadas, maullando, intentando en vano, que su madre les contestara.

Ambas se miraron, sin saber bien qué hacer. La mayor, no se resignó, siguió junto a su madre hasta que la nieve la cubrió, fue entonces cuando su hermana comenzó a arrastrarla hacia la cueva, incluso entre los maullidos lastimeros de la otra.

El duro invierno pasó, y los meses comenzaron a correr, convirtiéndose en años.

El bosque escondiendo a la última camada de yaguareté de todo el universo.

Una mañana, en la lejanía, una de las hermanas venía acompañada de otro animal, parecía también ser un felino, aunque este era mucho más pequeño. Detrás, una extraña cosa que no supo identificar.

Imprimándome de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora