Tierra

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La fugitiva, sin dejar de mirar atrás corría entre las rocas hacía su salvación.

Sus pies se hundían en la arena mojada, arrastrando su largo vestido verde esmeralda a lo largo de la costa mientras a su espalda una guerra se cernía.

En sus finos brazos cargaba a su heredera, de largos rizos y piel canela. Al igual que su madre, llevaba una corona puesta, con grandes gemas mostrando así su realeza. Su pequeño vestido blanco manchado, descalza y en sus infantiles manos portando los restos de la sangre de aquel que la concibió.

Allí, donde el mar y la arena se juntan para ser uno, cayó la pelirroja mujer, con sus lágrimas brotando empapando sus mejillas pálidas. Sus labios temblorosos besaron la frente de su niña una última vez. Es lo correcto, pensó dándose fuerzas. La depositó acto seguido, sobre la arena mojada, mezclando la fina tela con el agua salada provocando que la niña gimiera disgustada.

Temerosa, alzó sus ojos al cielo, pidiendo perdón silenciosamente. Sus dedos, rojos de sangre seca ajena, trazaban símbolos paganos sobre la arena mientras de sus labios, en lenguaje gristkov recitaba de corrido las palabras necesarias para atraerlas:

Salid,

salid de donde estéis,

oh diosa.

Diosa de las profundidades,

venid a la orilla,

donde el corazón puro late,

donde carne de mi carne,

ruega de vuestra piedad.

Silencio.

La reina miró a su alrededor sintiendo la batalla abrasar su nuca.

Desesperada volvió a llamar.

Me ofrezco a ti,

para hacer de mí

vuestra voluntad.

De una reina

a otra reina.

Pido la piedad,

negada por los Dioses.

El cielo comenzó a oscurecerse y con él, una tormenta se formó en las lejanías. De pronto el aire se levantó, arremolinando la arena a su alrededor y la niña comenzó a llorar. El agua helada intentando arrastrarla a las profundidades, garras invisibles tomándola a su cuidado.

El corazón de la reina latía de miedo, del más puro terror, ante esas criaturas que poco a poco iban acercándose hacia la playa. Alentada por la necesidad de proteger a su pequeña, prosiguió, tomando entre sus manos a su hija que ahora yacía empapada convertida en un pequeño gato , reteniéndola a su lado.

Solo, pido un favor,

a cambio de la libertad.

Borrad el dolor,

borrad el horror,

haced de mi hija solo un error.

¡Oh Diosa de las profundidades!

¡Venid, corred!

¡A cambio de la libertad!

¡Reclamo vuestro trono,

reclamo la corona sagrada!

Carne de mi propia carne,

sangre de mi sangre,

cambiad el curso trazado,

cambiad la historia.

Y después de un largo silencio, en donde el viento azotaba su cara sin piedad, sus llamados fueron escuchados... Por fin.

Manos gélidas y blancas como huesos, se asomaron en la orilla, serpenteando hasta ella. Mujeres semidesnudas, salieron de las profundidades, clavando sus grandes ojos amarillos mezclados con los restos de su humanidad de mirar verde, sobre ella. Sus labios rojo sangre y sus dientes puntiagudos hacían juego con grandes garras en vez de finos dedos. Cola en vez de piernas, era así la leyenda, que ahora ante los ojos de la joven reina cobraba vida.

—A cambio de su vida, la tuya —dijeron al unísono, en una voz poca humana y gutural.

La mujer miró a la felina a e implorando a los Dioses fuerza, asintió respirando su último aliento de vida.

La mujer miró a la felina a e implorando a los Dioses fuerza, asintió respirando su último aliento de vida

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E.Rosso♡

Bonus: está historia la escribí con 14 años... Y perdí la libreta con el final en una mudanza. Han pasado 12 años desde entonces y aún sigue en mi mente...

Imprimándome de tiWhere stories live. Discover now