Capítulo 3

5.3K 475 20
                                    

Inesset aún seguía aturdida mientras limpiaba los suelos horas mas tarde en los pasillos que daban a la entrada del palacio, el príncipe era gigante...

Miró sus manos con pequeños cortes ahora ya cicatrizando, y revivió la escena en su mente. Una y otra vez... Se había mantenido curiosa mirando ir y venir a los reyes y demás personal pero no había vuelto a ver al príncipe en las siguientes horas, ya que ni siquiera se había presentado a comer. El castillo por otro lado se preparaba para la fiesta de la luna llena, esa misma noche una gran celebración se llevaría a cabo, ya que el susodicho cumplía años.

La luna llena salía cada cuatro meses exactos. Esto les daba la oportunidad a los lobos de encontrar a su pareja tan solo con tres lunas al año. El motivo no era otro que eran cuatro los meses, que se tardaba en engendrar a un lobo cambia formas, de ahí a que sólo hubiera tres lunas llenas. Desde que nacían, sus padres sub-alfas comenzaban a buscar a sus parejas respectivas; otros esperaban a la madurez sexual del infante, catorce años en los hombres y dieciséis en las mujeres.

Pero, las fiestas del reino tan sofisticadas por fuera también servían para sacar los más bajos instintos de los lobos, el sexo, algo oculto debajo de esa capa de brillo.

Miles de orgías tenían lugar en el jardín frente al rey y la reina que comían o se besaban tranquilamente en su propia burbuja y frente a niños jugando entre ellos en su forma lobuna ajenos a los efectos de la luna. Cuándo encontrabas a tu pareja, decían, que volvías a ser un infante ya que la luna no te enloquecía con la necesidad de encontrar a tu otro yo, solo despertaba más el apetito sexual y la posesión hacia tu pareja, que de por sí, era muy fuerte.

Los guerreros eran encarcelados y los esclavos lobos primitivos eran encadenados a la pared de los calabozos, impidiéndoles escapar del castillo en la luna llena, eso incluía a Enya. Una joven de baja estatura y voluptuosa, con facciones muy delicadas, de cabello oscuro y recto que caían hasta sus hombros; era la única amiga que Inés tenía en el castillo.

Era una loba común la cual trabajaba como bailarina en el castillo luego de quedarse huérfana después de aquella fatídica noche. Su familia había sido cazada por aquel grupo de osos en la luna roja. Uno de ellos la había tirado contra la pared dejándola inconsciente al intentar defender a sus hermanos pequeños y dándola por muerta, se habían encargado de matar al resto de la familia. Esa noche, se lesionaría haciéndole imposible volver a su forma animal.

Luego de la tragedia, Enya descubrió que había quedado huérfana y en la absoluta miseria ya que sus padres estaban repletos de deudas. Unos meses más tarde había vagado de casa en casa de vecinos y familiares hasta que su tío, cansado ya de la situación la echo a la calle, donde se dedicó a bailar en la plaza del pueblo a cambio de unas pocas monedas o alimento, ganándose el apodo de "la gitana". Y así es como Mornah la había encontrado meses más tarde.

Enya, a pesar de todo, era feliz viviendo en el castillo. Era seguro, tenía una cama de paja, en el suelo, pero cama y la misma comida que se les daba a los animales, pero con la certeza de que cada día comería. Y a pesar de los golpes y castigos, se sentía afortunada.

También fue la única persona que se acercó a Inés al llegar al castillo, con esa gracia al moverse, despertaba la envidia del resto de sus compañeras quienes la ignoraban , con su personalidad tan extrovertida y jovial no tardó mucho en ganarse el cariño de la pequeña. No fue difícil que la transfirieran de cuarto, nadie quería dormir con una gata, decían que eran seres traicioneros. Su amiga fue la única que aceptó, quedando así como compañeras. Ambas huérfanas y sin un pasado al que volver ni un futuro a donde ir.

Los demás esclavos de otras razas servían durante el banquete ya que sus lunas eran distintas a la de los lobos y algunos tenían algo llamado celo, como el caso de Inesset.

Imprimándome de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora