Capítulo 10

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***Flashback***

Ambos se miraban y en sus ojos con estrellas, se podía ver el amor que se profesaban. Ella sonreía, mirando hacia sus manos unidas mientras tarareaba por lo bajo una hermosa melodía, poco a poco las palabras fluyeron en forma de canto y la respuesta no se hizo esperar, el bosque oscuro comenzó a cobrar vida propia, pequeñas luciérnagas inundaron el lugar y la brisa marina meció suavemente la hierba alta a su alrededor.

El descampado, mostraba un manto de estrellas que parecían contar historias. Por supuesto, él ya conocía cada una de ellas, su mujer se lo había relatado durante sus largas noches durmiendo en la intemperie.

A lo lejos, el imponente castillo en construcción, se alzaba majestuoso. Su refugio. Su propio hogar.

La miró y en ella, pudo ver la perfección hecha realidad, su dorada piel, sin marcas, ni lunares, ni pecas, parecía resplandecer con el brillo de la luna. Sus cabellos largos grisáceos contrastaban con sus ojos verdes y su perlada sonrisa.

A lo lejos, niña de grises cabellos, bailaba al son de la música. No muy lejos, una auténtica celebración se llevaba a cabo, su manada bailaba feliz, alrededor de una pequeña hoguera, celebrando, la fortuna de su pueblo recién construido. A su lado, su mujer frotaba su vientre hinchado sin despegar los ojos de su hija quién se movía con maestría alrededor de las llamas sonriendo y cautivando a los presentes con su hermosa belleza.

La Diosa, como todos la llamaban, Eileen, como él la llamaba. La mujer que lo había rescatado de una muerte segura y había abandonado su inmortalidad para unirse a la vida mundana de los mortales.

La que había desafiado a su padre, uno de los Dioses.

Amada y humilde, era la reina perfecta para su reino.

Y la dueña absoluta de su corazón.

Ella sonrió, tomando su mano y colocándola sobre su vientre, una pequeña patada lo hizo sonreír y ambos miraron al cielo, agradeciendo silenciosamente su fortuna.

La vida era perfecta.

Pero años más tarde, todo acabaría para la pareja.

Su hija, su adorada hija, yacía muerta sobre sus brazos, con sus pequeños y preciosos ojos verdes abiertos, mostrando el horror acontecido a su alrededor.

Le cerró sus ojos, llorando desgarrado su pérdida mientras se mecía una y otra vez, con su hija entre sus fuertes brazos.

Su sangre quemaba y donde antes hubo ojos marrones, ahora eran ojos gélidos y verdes. Su pelo ahora era gris y contrastaba a la perfección con su blanca piel. De gran estatura y adquirida musculatura, el hombre imponía terror. Su belleza era casi perfecta y nadie dudaría que fuera un Dios.

Su mujer, yacía a su lado, muerta, con su dorada piel opaca y su sonrisa desvanecida. Aún recordaba, como ella había muerto, drenándole su fuerza y vitalidad, eligiendo su vida, por la de encima de ella. Sus poderes, habían sido traspasados al hombre, un hombre que ahora, era un cascarón vacío.

Además, su hijo había desaparecido y no sabía si lo encontraría vivo o muerto o si lograría realmente encontrarlo.

Lo habían despojado de lo más importante que un hombre tenía, la única felicidad de su vida.

Sin familia, él ya no parecía un humano.

Pero, si algo le había enseñado su mujer, era a creer en la magia y él sabía quién podría ayudarle.

Y sus súplicas fueron contestadas.

-¿Puedes ayudarme?

La mujer, de centellantes ojos dorados, sonrío fríamente.

Imprimándome de tiWhere stories live. Discover now