Capítulo 8

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Inés, miró a Hakon y a Enya, que estaban estupefactos cuando pasó a su lado.

Lady Amariha, la conducía a lo que ella sabía bien, eran las habitaciones reales, sin mediar palabra. Sus sombras se reflejaban en las antorchas mientras pasaban rápidamente por los largos pasillos.

La princesa olía muy bien, una mezcla de mar y arena la envolvían y lirios frescos parecían vivir en su cabello. Inés estaba en shock aún, casi no se dió cuenta como la mujer, la metía en su propia alcoba, cerrando detrás de ella.

-No tenemos tiempo, ven.

Inés miró, la preciosa y gran alcoba que la mujer tenía. Dosel y oro adornaban todo a su alrededor, una gran cama de colores claros y una gran piel por encima, estaba en el centro de la habitación, baúles y un armario de madera oscura junto a lo que parecía un tocador, con pinturas y perfumes exóticos sobre la mesa y un gran espejo.

Ella sonrió, mirando de nuevo a Lady Amariha, quién sopló unos polvos sobre su cara, haciéndola estornudar.

-¿Lady Ama...?

Inés calló sobre ella, mientras la mujer, la tomaba entre sus brazos, cuidando de que no cayera al suelo. Una luz apareció, flotando a su lado y la mujer sonrió.

-Tranquila, vamos a prepararla -Amariha sonrió, mirándola con gran interés.

Inés despertó, horas más tarde, sobre una suave cama mucho más pequeña que la de princesa, pero tan cómoda como nubes de algodón. Lady Amariha apareció minutos más tarde, diciéndole que se diera prisa. Le había encargado un bonito vestido rojo largo y de mangas largas para el duro invierno. Era ceñido al cuerpo y luego caía sencillo hasta el suelo. La tela, era suave y de un precioso rojo carmín, en algunos días podría usarlo.

-Ahora eres mi doncella, tienes que estar a mi altura.

Su pelo había sido lo siguiente, Lady Amariha había mandado a que se lo lavaran y desenredaran, además de aplicarle aceites que olían realmente bien.y lavar todo su cuerpo.

-Esto es mucho, mi señora...

Inés ahora viviría en la habitación contigua a la de su nueva ama, en una réplica muy parecida a la de la princesa. Contrariada, miraba a Lady Amariha, ayudándola a prepararse. Luego habían traído la cena y ella le había obligado a comer junto a ella, explicándole que era cada cosa, con paciencia.

Inés se sentía fuera de lugar, en aquella amplia y confortante habitación, comiendo frutas que ella misma había cosechado junto a las demás, cargando kilos y kilos a su espalda.

-Mi señora...

-¿Si? -Lady Amariha pinchó con su tenedor un trozo de manzana.

-¿Por qué me eligió como su doncella, mi señora?

La rubia mujer la miró, unos segundos.

-Bueno, has salvado mi vida, creo que eso te convierte en mi mejor amiga aquí dentro.

Inés se quedó callada, mirándola, algo confusa.

-No le caigo demasiado bien a nadie, ninguna de las esclavas hubiese hecho algo así por alguien como yo.

-Es nuestro deber proteger a la familia real.

-No es tu deber, tú no eres un lobo, no eres de aquí, podrías haberme dejado morir.

-Eso no estaría bien mi señora -negó Inés, rápidamente.

Lady Amariha sonrió amargamente.

-Han intentado matarme varias veces a lo largo de esta vida, los de mi propia raza.

Imprimándome de tiDove le storie prendono vita. Scoprilo ora