Último capítulo.

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Julieta terminó de acostar a su hija, de cinco meses en la cuna y fue a sentarse al sillón. Daniel llegaría en menos de una hora y últimamente sentía que su relación iba en picada.

Sin darse cuenta dejó caer algunas lágrimas al intentar entender en qué se equivocó, que hizo para que el deje de amarla de un día para otro. Nada pasaba por su cabeza. Solo se fue alejando cada vez más y la sola idea de que otra mujer bese sus labios la destrozaba por dentro.

Comenzó a sollozar sin percatarse de que Daniel la miraba confundido desde la puerta. Se acercó a ella y la envolvió en sus brazos, acariciando su pelo y murmurando que por favor le diga la razón de su llanto desconsolado.

-No te quiero perder, Dani.- Su voz sonaba fina y aguda, señal de que estaba destrozada y algo se rompió dentro de él.

-Nunca me vas a perder, rubia. Acá estoy, ¿Me ves?.- Ella negó con la cabeza, sin dejar de derramar lágrimas pero frenando sus sollozos.

-Siento que lo hice. Ya no te gusto, no me amas. Ni me miras..no es lo mismo que antes y te extraño.- Dejo salir un sollozo ahogado antes de continuar.- Decime que hice mal, que hice para perderte.- Ribba la tomó del rostro y la besó como hace mucho no hacía, para después hablar.

-Siempre me volviste loco, ¿te pensas que en cinco meses eso va a cambiar? Me diste una hija hermosa, me enseñaste lo que es ser feliz. Y si, me alejé. Pero..- Suspiró antes de continuar, tenía miedo de tocar un tema que no habían tocado jamás, pero era necesario.- pero tenés que entenderme. Me costó tanto animarme a hacerlo, ni siquiera pude decírtelo en la cara, no me animé. Pensé que iba a ser diferente y me sigue doliendo que no haya sido como pensé siempre.- Pasó su mano por el pelo antes de tomar su rostro y pasar sus manos por el, siento un nudo crecer en su garganta.

-¿De que estás hablando, Daniel?.- Ambos se separaron y se miraron a los ojos, el rostro de ella, confundido y el de Ribba, mostraba incredulidad.

-¿Vos me estás tomando el pelo? De cómo rechazaste casarte conmigo, de eso hablo, Julieta.- La rubia llevó las manos a su boca, impresionada y aún confundida, sin saber en qué momento el le propuso algo así.

-¿Vos estás jugando conmigo? No sé de qué me hablas.- El morocho se levantó enojado, sin poder creer que ella le esté haciendo algo así.

-¡NO TE ME RÍAS EN LA CARA! Te dí el anillo, hace exactamente un mes. No me dijiste absolutamente nada. Ni siquiera me diste un porqué.- Su cara llenó de lágrimas, mirándola dolido, como nunca.- Hubiese entendido si me decías que no, pero ni eso pudiste hacer. Era más fácil ignorar que pasó. ¿No?.- La miró esperando respuesta pero al ver que no contestaba se sentó, llorando en silencio.

-Dani, amor.- Cuando Ribba quiso interrumpirla a la tercera vez que quiso hablar, no le quedó otra que gritar.- ¡NUNCA ME LLEGÓ EL ANILLO! ¡NO ME LO DISTE!.-

-Lo dejé en tu mesa de luz, al lado del celular. Para lo veas ni bien te despertaras. Por eso estabas sola y me la llevé a Isa. Para que tengas tiempo de verlo.- Su voz temblorosa le hacía saber que no mentía. Pero ella tampoco lo hacía, nunca vio el anillo.

-Daniel, nunca lo ví. Se habrá caído o algo, no sé.- Después de unos minutos en silencio, el se levantó en dirrección a la habitación y ella lo siguió sin saber que decir.

-La puse acá, era rosa..era..un anillo de casamiento. No de compromiso. Quería que nos casemos el mes que viene, tenía todo casi listo y ahora...- Golpeó la pequeña mesa con el pie. Lo suficiente fuerte como para se mueva y se escuche el impacto de algo contra el suelo bajo esta.

Ambos se miraron y fue ella quién se agachó y comenzó a temblar al ver una caja de terciopelo rosa tirada en el suelo.
La tomó en sus manos y sin levantarse del suelo, la abrió, dejando escapar un jadeo de sorpresa al ver el anillo.

Comenzó a llorar con una mezcla de sentimientos y se giró hacia Daniel, que se encontraba de espaldas.

-¿Te sigue interesando casarte conmigo?.- El rió amargo y no se molestó en darse vuelta al contestar que sí, sin dudarlo.- Entonces acepto casarme con vos.-

Daniel se dió vuelta al instante, ella sostenía la cajita en sus manos y él no dudo antes de poner el anillo en su dedo anular.

Ambos rieron contentos y divertidos por la situación para después besarse sin importar las lágrimas del otro.

No les costó mucho entender que si se tenían el uno al otro, no necesitaban nada más para ser felices.
Se tenían, se amaban y se cuidaban. Y eso era todo lo que podrían pedir; amarse sin medida.

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⏰ Last updated: Oct 15, 2018 ⏰

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