CAPÍTULO 17: ENTERRAR EL HACHA DE GUERRA

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—Pues si todo está aclarado, doy por finalizada la reunión. —Aclaró Gabriel apagando la pantalla donde se proyectaban las diapositivas. Scott lo observaba con seguridad asintiendo mientras yo retenía mis pupilas en ellos desde la esquina más alejada de la mesa sintiendo como todos se alzaban a mi alrededor y abandonaban la sala.

Cogí mi carpeta de documentos de encima de la mesa, la ordené pulcramente, la introduje en mi archivador del parche de estrella de marca carísima y me lo cargué al hombro saliendo por la puerta con una sonrisa inevitable al ver a Scott con mi padre. Mientras avanzaba por el pasillo de los despachos de camino al ascensor para regresar a casa escuché pasos acelerados tras de mí.

—¡Jessica! —Era la voz varonil y detestable de Caprani. Pero estaba tan feliz que nada iba a estropearme el día. Ni si quiera un chico que esté buenísimo y al cual odie por usurpador. —¡Jessica, espera!

Me volteé con toda la tranquilidad del mundo y lo observé con una sonrisa de incertidumbre que lo dejó bastante confuso. Claro, el pobre no está acostumbrado a ver mis dientes relucientes cuando habla conmigo...

—¿Qué es lo que ocurre? —Pregunté inocentemente como si nada hubiese ocurrido el sábado anterior. Lo cierto es que el ambiente durante la reunión había sido tenso por su parte, aunque yo estaba la mar de calmada sin prestarle la más mínima atención. Él sin embargo parecía no querer meter la pata conmigo.

—¿Cómo? —Preguntó éste desconcertado sin saber si seguir y sacar el tema de nuevo o dejarlo enterrado para evitar mi enfado irreversible —Pensé que querrías hablar de... el incidente del sábado con mi hermana, Bianca... ya sabes. —Terminó finalmente cabizbajo y exhalando un suspiro.

—Oh... —expresé como si ni siquiera me hubiese acordado hasta ese preciso instante. «Tranquilo Scott cariño, estoy a punto de obtener mi venganza definitiva» —No, no... no te preocupes —Murmuré de nuevo sonriente quitándole importancia. —¡Ni siquiera me acordaba! Además... supongo que tu hermana tenía algo de razón, aunque sea una impulsiva algo agresiva —Maticé echando una pequeña y falsa carcajada. Scott no se creía lo que estaba oyendo, se notaba, se sentía.

—¿En serio? —Cuestionó de nuevo alzando las cejas —Me dijiste que hablaríamos hoy sobre eso... quería pedirte perdón por...

—No te preocupes... —Suspiré sonriendo y negando con la cabeza —No es necesario que te disculpes.

—Puede que yo no... pero Bianca sí y... —Scott alzó la vista al techo y suspiró cerrando los ojos —Oye. No quiero más malos rollos contigo, no sé por qué, pero desde que he llegado me llevo de maravilla con todos salvo contigo... —Me dijo con cara de chihuahua esquilado. Yo lo observaba atentamente sin llegar a captar lo que quería decirme con todo aquello —Es un poco frustrante, y supongo que todo se debe principalmente al incidente que tuvimos el primer día...

—¿Y qué? ¿Me vas a regalar una caja de bombones como disculpa? —Pregunté bromeando y provocando la sonrisa del joven e inocente Scott. —Porque la aceptaría encantada.

—No, al menos no hoy... —Admitió divertido con sus ojos miel brillando despampanantes. —Quiero que me conozcas mejor. Que no tengas esa impresión equívoca de mí que debes tener... —Admitió sorprendiéndome con la respuesta y comenzando a ponerme un poco tensa con la conversación. —Y por increíble que parezca, yo estoy dispuesto a enterrar el hacha de guerra si tú lo haces también... a pesar de toda la mierda que has intentado echar encima de mí...

—Sigo sin entender de qué va esto... —Advertí con una sonrisilla nerviosa.

—Mi hermana tiene algo que decirte. Y lo cierto es que a mí me gustaría suavizar la relación contigo, a pesar de todo. —Yo lo observé extrañada de reojo sin creerme lo que estaba diciendo. Él comenzó a reírse. —¡Es en serio! —Exclamó —No me caes mal, ni te odio... te lo juro. De hecho, había pensado en invitarte a casa si querías esta misma noche y... bueno, hablar un poco entre nosotros más seriamente por primera vez... como personas civilizadas.

¡¿A cenar?! ¿Esta noche? ¡¿A cenar?! ¿He oído bien? Me han pasado cosas extrañas en la vida, pero una invitación para cenar en casa de Scott se lleva el premio número uno. Aunque he de reconocer que es una oportunidad perfecta para que no sospeche de mí por amañar y sabotear toda su campaña, todo hay que decirlo. ¿Qué puedo perder por aguantarlo un par de horas y ganarme un poco de su confianza de nuevo? ¡Yo cuando quiero puedo ser increíblemente buena y embaucadora! Aunque... ¿Y si quiere secuestrarme y asesinarme cortándome en rodajas y metiéndome en el congelador para luego devorarme poco a poco? Oh querida Jessica... ¡ves demasiadas películas!

—Oh vaya... —Solté todavía en shock por aquella propuesta indecente con la cabeza perdida en mi mundo.

—¿Qué ocurre? ¿No puedes? —Preguntó con el rostro inquieto —Puede ser otro día... o si no te apetece no es necesario que...

—No, no. Por supuesto que sí. —Afirmé sonriendo de nuevo —Me viene genial esta noche. ¿A qué hora?

—¿Qué te parece a las 9? —Respondió devolviéndome la sonrisa. Puto chico guapo asqueroso. La belleza está sobrevalorada, ¿no creéis? ¡No puede ser que quiera putear a este chico y tirármelo al mismo tiempo! Pero es que vaya ojazos, vaya pelo, vaya boca, ¡vaya brazos!

—Claro, allí estaré —Contesté rápidamente guiñándole un ojo y metiéndome en el ascensor. Me pregunté por qué no me dijo su dirección de casa. Luego advertí que ya la tenía apuntada en un papel en casa después del intento de espionaje fallido que llevé a cabo atentando contra su privacidad.

Ahora ya tenía la tarde completa. Pedir cita en el ayuntamiento para hacerme un nuevo carné de identidad, pasarme por la comisaría para ver si había noticias sobre mi cartera desaparecida, una sesión de peluquería a las 6 de la tarde para estar monísima de la muerte y una cena algo incómoda a las 9.

...

Me acicalé el pelo por enésima vez. Lo llevaba ondulado y suelto hacia un lado. Me sobrepasaba el hombro y mi caía elegantemente como nunca lo hacía. Ni siquiera yo misma estaba acostumbrada verme tan elegante. Siempre llevaba el pelo recogido en coletas.

Estaba tensa, el corazón me latía inusualmente acelerado. Me encontraba detenida una vez más frente a la puerta de madera del rellano de Scott, aunque esta vez la situación era completamente distinta. ¿Qué había cambiado realmente en mí para aceptar esta invitación? La verdad es que mis ganas se habían esfumado, estaba nerviosa y el vestido rojo y corto con encaje que llevaba me estaba helando la piel. Las medias no eran suficiente resistencia para el frío canadiense, aunque afortunadamente llevaba una chupa de cuero negra que al menos me aseguraba unos brazos medianamente cálidos.

Mis zapatos rojos de tacón resonaron al caminar hacia la puerta de Scott y seguidamente llamé al timbre haciendo sonar una melodía típica muy similar a la de mi piso.

Me había decidido, era el momento de entrar.    

    

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EL KARMA ME ODIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora