CAPÍTULO 28: TODA UNA VIDA

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Despasé el último botón de la chaqueta y la sujeté sobre mis brazos junto a mi bolso mientras caminaba a toda prisa. Notaba un calor inhabitual en mí.

Empujé uno de los portones del pasillo del hospital y llegué a la sala de espera, donde se encontraba Scott y Bianca desconsolados. Ver la imagen de Bianca llorando destrozada en el hombro de Scott fue desolador, pero ver a Scott, con lágrimas secas y los ojos rojos tratando de consolar inútilmente a su hermana sin ser capaz de camuflar los sollozos me rompió el corazón.

—Scott, Bianca, dios, lo siento tantísimo... —Murmuré acercándome a ellos. Bianca asintió.

Scott se levantó de pronto y me abrazó sin mediar palabra posando su mentón sobre mi hombro. Podía notar sus sacudidas incontroladas de llanto. Cerré los ojos y le devolví el abrazo apretándolo muy fuerte.

—Gracias, Jess... por venir... —Su voz se rompió.

—Os dejo solos un rato... voy fuera a... por un café. —Avisó Bianca levantándose de la silla, cruzándose de brazos y ajustándose la chaqueta. Tenía frío.

—Bianca, no es necesario que... —Comenzó Scott con los ojos llorosos haciendo ademán de pararla.

—No, de verdad... necesito que me dé un poco el aire. —Explicó entre suspiros intensos esforzándose por no derrumbarse otra vez. —Estaré bien.

—Toma esto... —Le observé ofreciéndole mi chaquetón de forro y piel falsa de buena gana. —Hace frío fuera y no llevas nada que abrigue mucho. —Advertí con una media sonrisa. Ella tan solo asintió, lo tomó prestado y salió de la sala como un fantasma.

Dicho esto, permanecimos yo y Scott absolutamente solos en la sala de espera en silencio sepulcral. Scott me invitó a sentarme junto a él mientras se reponía todavía del mal trago y miraba fijamente al suelo sin ninguna esperanza. La noche anterior lo llamaron del hospital para advertirle que su madre estaba pasando por un mal momento, al parecer el cáncer estaba ya tan extendido que era imposible mantenerla con vida durante más tiempo, las esperanzas se habían desvanecido junto a su vida tal y como se desvanece una llama al lado del mar con el auge de la marea y el viento huracanado de una tempestad. El cáncer había sido la tormenta que arrasó con la vida de toda la ribera, y lamentablemente su madre, como muchas otras personas, no pudo combatirlo más.

—La noche anterior parecía estar mejorando ¿sabes? —Comenzó Scott marcando la nota disonante del silencio que se había gestado, vocalizando cada palabra con pesar y la voz ronca. Extrañamente no me miraba a los ojos, no quería que le viese llorar. —Es horrible tener a alguien a quien amas tantísimo en un estado tan lamentable que sabes que cada vez irá a peor... —Advirtió derrumbándose. —Pero... aún es peor conservar la esperanza en el último momento y ver como de pronto todo se desmorona y la persona que te dio la vida, que te cuidó, que te quiso y que luchó sola contra viento y marea porque tuvieses un futuro digno... se ha ido... para siempre.

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