CAPÍTULO 18: BRUSCHETTAS AMARGAS

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—Vaya, no te esperaba tan pronto... —Murmuró Scott tras observarme de arriba abajo. —Pasa, no te quedes ahí, tendrás frío.

—Gracias, la verdad es que estoy helada —Susurré encogiendo los hombros y frotándome los brazos. El interior del piso era cálido, el suelo de parqué estaba rayado a más no poder y en una de las esquinas del vestíbulo había una selección de cajas apiladas y cerradas con cinta adhesiva sin logotipo de ninguna clase. Las paredes estaban pintadas de un color pastel desgastado y con manchas blancas de humedad. Un aparador de madera oscura decoraba la entradita con un tapete decorativo sobre la superficie y un jarrón con rosas rojas que se reflejaban en un ancho espejo junto al reflejo de Scott, que me observaba incrédulo sin saber qué decir.

—¿Qué ocurre? —Pregunté con una incómoda sonrisa viendo cómo me observaba sin retirar la vista.

—Nada, es solo que... tu pelo. —Señaló —Sorprende verte sin coleta, supongo. —Admitió soltando una pequeña carcajada que le correspondí por no quedarme en silencio. —En realidad estás mucho mejor así...

—Gracias... —Respondí algo inquieta —Tú también vas muy... —«¿Ordinario? ¿Qué le digo Jess? ¡Si va horroroso!»

—¿Hortera? —Preguntó riéndose de sí mismo —Lo siento... he tenido unos imprevistos y ni siquiera he podido buscar nada en el armario...

—Bueno... al menos el color del suéter es bonito —Mentí como una zorra. Llevaba un suéter de lana gorda color beis, unos pantalones vaqueros y unas deportivas blancas casuales.

Él sonrió y abrió la boca con intención de decirme algo, aunque su voz se vio interrumpida por la de una chica que apareció por detrás. Era Bianca, aunque esta vez estaba mucho más guapa. Se presentó con el pelo liso y planchado, tres kilos de maquillaje en la cara y un atuendo vaquero oscuro que incluía vaquero y chaqueta junto a una sudadera blanca básica por debajo. Llevaba otras deportivas blancas, y caminaba lentamente por el corredor hasta llegar al lugar donde nos encontrábamos.

—La mesa ya está lista... —Advirtió poniendo una mano sobre el hombro de Scott o dirigiéndome una mirada de odio mezclado con perdón muy extraña. —Hola señora Moreau. —Acentuó con una media sonrisa, ahora de repente se había vuelto educada. Esto me recuerda vagamente a alguien que yo sé.

—Oh, no me llames señora por favor —Remarqué con una sonrisilla falsa. En realidad quería asesinarla por llamarme abuela. —Llámame Jessica o Jess —Dije con jovialidad. Que se vea que sigo siendo joven.

—Voy a ver cómo va la cena, enseguida vuelvo —Dijo Scott desapareciendo de nuestras vistas y girando una de las esquinas del corredor —¡Lleva a Jess al comedor, Bianca! —Exclamó éste de nuevo segundos después tras irse.

Bianca permanecía de pie observándome con recelo mientras me hacía un gesto con la cabeza para que la siguiese.

Avanzamos por el pasillo, ella iba por delante de mí sin voltearse lo más mínimo mientras yo observaba con detalle cada rincón de la estancia en busca de alguna pista que me dijese que me iban a secuestrar y no iba a salir viva de aquel lugar, pero no encontraba nada. Había un olor extraño en el aire, no era como un olor personal típico de cada casa, era una sensación extraña, un olor pesaroso, como si la melancolía pudiese olerse.

EL KARMA ME ODIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora