EPÍLOGO: DEBÍA SER EL DESTINO

76 14 5
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—¿Estás loco? —Me preguntó sin creerse ni una palabra de lo que decía.

El cielo estaba parcialmente nublado, pero a pesar de eso era una tarde muy clara.

—Si lo hago yo... ¿prometes hacerlo tú también? —Le pregunté quitándome la chaqueta y lanzándola sobre la arena. Jess estaba quieta como un témpano sin creerse lo que estaba haciendo.

—Scott, hace un frío y un viento tremendos, después de esto vamos a coger una gripe y...

—¿Eso que oigo es miedo? —La interrumpí quitándome la camiseta de repente y bajándome los pantalones, quedándome tan solo en ropa interior frente a ella, que me observaba como si estuviese absolutamente loco. —Venga, Jessica Moreau, pensé que serías más valiente cuando me dijiste que nunca habías pisado una playa. —Dije casi temblando del frío que hacía.

La playa estaba absolutamente desolada. Pasaban algunas personas por el paseo marítimo de Barcelona y nos observaban con perplejidad sin creerse que íbamos a bañarnos en pleno diciembre.

—Te odio mucho, Scott. —Respondió ella desvistiéndose. —Prepárate, porque te voy a ahogar... —Advirtió dejando su última prenda sobre la arena. Estaba preciosa... no podía creer cómo podía verse gorda o como una chica del montón, porque para mí era una de las mujeres más bonitas que había visto en mi vida. Casi desde el primer día que la atropellé con mi bici.

—Oh, de eso nada... —Aclaré dibujando una cara de maldad infalible y liberando mis garras. —Voy a ahogarte yo a ti, Jess. —Murmuré segundos antes de echar a correr detrás de ella.

Jessica corrió gritando y riendo como nunca la había visto hacia la orilla. Se introdujo gritando, temblando, jadeando y dando zancadas como si el agua quemase y yo me abalancé sobre ella cayendo los dos de cuerpo completo bajo el agua helada sintiendo en las venas hielo puro.

Ella emergió junto a mí respirando con mucha fuerza y me asestó un par de palmadas al brazo dejando escapar varios insultos que creo que iban dirigidos a mí. Yo me reí y la volví a empujar tirándola una vez más al agua.

—Oh dios, te odio muchísimo. —Advirtió escupiendo el agua que había tragado, frotándose los ojos e hiperventilando por el frío.

—No me odias... lo sabes. —Murmuré acercándome a ella poco a poco.

—Ah... ¿tan creído te lo tienes? —Preguntó ella mirándome a los ojos sin apartarse un ápice.

—Supongo que sí. —Respondí con voz y mandíbula temblorosas.

A pesar del enorme frío que hacia no podía dejar de pensar en besarla en aquel mismo instante. Aproximé mi rostro, frío como un tempano frente al de ella y me dispuse a cogerla de la cintura cuando de pronto ella comenzó a gritar y a pisotear el agua como una niña.

—¡Dios, ayuda! —Comenzó a gritar despavorida. —¡Tengo algo en el pie! ¡Es un tiburón! ¡Es un tiburón seguro! —Gritaba sin cesar moviendo los pies.

—Calma princesa Elsa, es solo un alga. No hay muchos tiburones en el Mediterráneo. —Dije quitándosela de los pies. Era evidente que ella se sintió muy avergonzada y yo no pude dejar de reírme sin parar. —No se te puede sacar de Toronto sin que des la nota allá donde vas...

—Era una broma... —Dijo con cara larga provocando más mi risa.

Ambos comenzamos a salir del agua a toda prisa para vestirnos y dirigirnos a un lugar cálido, por el camino seguíamos húmedos y temblando mientras bromeábamos sobre asuntos de la empresa y nos empujábamos de un lado de la acera a otro.

Finalmente llegamos a un bar de la zona muy popular ambientado en un bosque de hadas. Y era increíble. Siempre se me quedará la imagen grabada del rostro de Jess iluminado por mil haces de luz mientras veía los árboles dentro del bar iluminados con decenas y decenas de farolillos. Parecía una escena tan de cine que no pude evitar hacerle una foto con el móvil sin que se diese cuenta, y fue una foto perfecta para despedir el último día en Barcelona, una ciudad que nos había traído algún que otro momento no muy bueno, pero de la cual terminamos disfrutando como nunca y nos hizo conocernos mucho mejor.

A lo largo de mi vida nunca había logrado encontrar a esa persona de la que todos hablan, esa media naranja que se supone, está hecha a medida para ti. Y desde luego, cuando conocí a Jess pensé que era todo lo contrario a lo que yo consideraría mi media naranja, pero... con el tiempo estoy descubriendo a alguien nuevo, alguien me gusta por su forma de ser, su espontaneidad, su sinceridad, su autenticidad... y me gusta muchísimo más de lo que me gustaría reconocer.

Tal vez ella nunca sienta lo mismo por mí y pierda la cabeza encariñándome con alguien que nunca verá más allá, o quizá el destino nos tenga preparado algún camino impredecible juntos, pero esas cosas, por más que intentemos predecirlas, jamás podremos conocerlas, porque el destino es lo más variable y arbitrario que tenemos en nuestra simple y a la vez compleja vida, pero algo sí sé con seguridad: nosotros podemos cambiar, moldear y ser responsables de gran parte de él.

Bueno, nosotros y algo llamado Karma.    

    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL KARMA ME ODIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora