4. Más allá

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Ese mismo día por la tarde, Julia le comentó que iba a salir. Era una de las pocas tardes que coincidía que ella y Carlos tenían libres y habían quedado para ver una película en casa del muchacho.

-Lo que menos haréis será ver una película— la picó Alba desde el sofá en el que se hallaba tocando la guitarra.

-¡Anda exagerá!— exclamó la otra entre risas mientras salía del apartamento.

Una vez sola en el piso, Alba cayó en la cuenta de que en menos de una hora vendría su asistenta e iban a estar las dos solas.

Como un resorte se levantó del sofá y se dirigió a su cuarto a buscar el móvil. Casi se tropieza con su gata Queen en el camino. La cogió en brazos y corrió hacia la habitación. Soltó a su mascota en la cama y, con prisas, marcó el número de su amiga María.

La rubia descolgó al tercer tono.

-¡Pero si es La Reche!— saludó alegre al otro lado— ¿Qué pasa, nena?

-¡Alba, te echo de menos!— se oyó la voz de África de fondo.

La alicantina se carcajeó con los comentarios de sus amigas.

-¿Cómo os viene quedar hoy?— les propuso intentando no sonar demasiado desesperada— Tengo cosas que contaros, y Julia se ha ido, estoy sola y me aburro. Pasaros por aquí, ¿queréis?

Las dos chicas, que eran más locas que una cabra, no tardaron en llegar al piso de la pequeña. Entraron con su habitual presencia atolondrada y dejaron unas cuantas cervezas que habían traído en la mesa del salón.

Nunca era mal momento para tomar unas birras.

-Desembucha, cariño— la animó la Mari despatarrada en el sofá—. ¿Qué tienes que contarle a las mamis?

-¿Por fin has follado?— continuó África imitando la postura de María a su lado.

Alba, desde el otro sillón, abrió mucho los ojos. ¿Por qué todo el mundo le daba el bombo con eso? De acuerdo, hacía mucho tiempo que no echaba un polvo, pero no era algo tan asombroso, ¿no? Había más gente sin follar, no sólo ella.

-¿Ya te has comido un buen coño?— se sobresaltó la mayor de las tres al oír la pregunta de la única morena allí.

La alicantina casi se atraganta con su propia saliva, pero no pudo evitar salir en carcajadas. Amaba a sus dos amigas con locura y agradecía al destino por haberlas juntado.

-No es eso, cabronas— intentó quitarle hierro al asunto—. Resulta que mi asistenta ha dimitido— empezó a explicarles.

Ninguna de las dos se mostró sorprendida. Pero luego pasó a relatarles todo lo sucedido con Natalia. Desde su encontronazo en la tienda de discos hasta que en un rato iba a pasarse por allí, sin olvidarse de que se le había insinuado.

-Una de las razones por la que también os he llamado ha sido porque no quería tener que quedarme a solas con ella en el piso— terminó. Tanto África como María la miraron durante un largo rato previamente a compartir una mirada cómplice.

-¿Te da miedo que puedas acabar follando con ella?— inquirió la morena con una sonrisa que abarcaba todo su rostro.

A Alba se le puso la cara colorada. Sentía toda la sangre acumulada en un único lugar del cuerpo: su rostro. Comenzó a balbucear cosas ininteligibles, hasta que se quedó callada y murmuró:

-Nunca haría algo así.

Las dos madrileñas estallaron en risas.

-Cariño, nunca digas nunca— intervino la Mari, y sin darle tiempo a decir más nada, continuó hablando—. Pero bueno, cuéntame, ¿cómo es esa tía? ¿Tan buena está?

The Hate U Give || AlbaliaWhere stories live. Discover now