Epílogo

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La primera vez que la vio subida a un escenario se le erizó tanto la piel como si fuera ella misma la que estaba allí arriba. El orgullo que la llenaba era más inmenso que el que sentía por cualquier otra persona del planeta, no podía estar más ufana de haberla visto crecer en ese aspecto.

Porque lo había hecho.

Ella sola.

A pesar del montón de veces que le ofreció su ayuda, todas y cada una las había rechazado con más obstinación que la anterior. Le había dejado muy claro que quería conseguirlo por ella misma.

Y allí estaba.

Llenando un estadio con miles de personas coreando su nombre, con una mano en el pecho y los ojitos brillando a punto de llorar, totalmente emocionada.

Pero para emoción la que sentía ella cada vez que la miraba.

Ya llevaban cinco años saliendo, y en esos cinco años la había visto formarse con todo el empeño propio de los Lacunza.

Le costó mucho llegar ahí arriba, pero más por ella misma y los monstruos que la habían seguido acechando, que por lo duro de triunfar en el mundillo.

Pero ahí estaba, despidiéndose de sus fans con la cara brillando de ilusión y de amor por ellos.

Nada más bajar del escenario, la recibió con los brazos abiertos y los ojos llorosos presas de la emoción y el orgullo que suponía todo lo anterior explicado. Era muy valiente, no podía sentirse más feliz de tenerla en su vida y mucho más de poder decir que era su novia.

-¿Alba has visto eso?— le preguntó con los ojos enormes y brillantes.

-Sí, cariño— asintió tomándola de las mejillas y empinándose para besar su nariz. Natalia colocó las manos encima de las de la rubia—, y todo lo has conseguido tú, sin ayuda de nadie. Estoy tan orgullosa de ti que me rebosa el pecho.

La navarra soltó una risa nerviosa antes de abrazarla con fuerza y hundir la cara en el hueco de su cuello, a la vez que negaba con la cabeza.

-No, Albi— se separó para tomarle la cara con las manos—, todo esto no habría sido posible si tú no hubieras llegado a mi vida...— sonrió con nostalgia, recordando sus principios— Todo esto es gracias a ti, tú me sacaste del pozo.

Sin darle tiempo a responder, se inclinó hasta pegar su boca con la de la pequeña, robándole el aliento y haciéndole temblar las piernas.

-Chicas, siento interrumpir— llegó Isaac, el mánager de las dos, haciéndolas separarse algo avergonzadas—, pero Natalia necesito que vengas conmigo un momento.

La morena asintió aún sin haber soltado el rostro de porcelana de la alicantina.

-Ahora vuelvo— advirtió con una sonrisa—, y vamos a dar un paseito por Buenos Aires antes de volver al hotel, ¿te apetece?

Alba asintió repetidas veces con la cabeza antes de que la otra depositara un suave beso en su frente y se fuera detrás de su mánager.






-¡No, Alba, no!— se quejó Natalia— ¡Se me olvidó! ¿Qué quieres que haga?

-Natalia, ya es la tercera semana que se te olvida y siempre tengo que hacerlo yo— intentó hablarle con calma— ¡Y no es sólo que no hayas bajado la basura! ¡Es que siempre dejas el cargador en el sofá, no tiras de la cisterna y nunca metes el plato en el lavavajillas!— enumero con los dedos— Y si quieres puedo seguir, hay una larga lista de cosas que haces que hace falta recalcarte, ¡por Dios que hasta dejas la tapa del váter hacia arriba! ¿Qué eres? ¿Un tío?

The Hate U Give || AlbaliaWhere stories live. Discover now