25. Natalia

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-¡Mikel!

Aquel tormentoso nombre retumbó por cada rincón del frío y solitario apartamento.

Natalia se despertó acalorada y empapada en un sudor fresco que le recorría todo el cuerpo. Su corazón galopaba a velocidad vertiginosa dentro de su pecho, pero nada tenía que ver con su respiración sofocada, casi bestial.

Su cuerpo se agitaba bajo las bocanadas de aire que tomaba desesperadamente. Había vuelto a soñar con él. Luego de meses sin hacerlo.

Retiró las finas sábanas de su cuerpo y se levantó con intención de darse una ducha gélida. En el acto, se fijó en que el reloj digital de su mesita de noche marcaba las 4:23 de la madrugada, por lo que maldijo sabiendo que no iba a poder volver a conciliar el sueño.

-Putas pesadillas— gruñó saliendo del cuarto.

Llevaba meses sin tener una. Meses en los que por primera vez en mucho tiempo, había podido descansar tranquila y en paz, sin ser interrumpida en mitad de la noche por algún sueño hórrido que albergara sus miedos más profundos.

Sabía de sobra cual era la razón de que hubieran regresado, pero no quería darle muchas vueltas.

Lo cierto era que, desde su "ruptura" con Alba, aquellos sueños habían vuelto para atormentarla y volverla a condenar a un infierno del que no se veía capaz de poder salir.

Aquella muchacha le había devuelto el color a su vida después de mucho tiempo, pero eso ya no importaba, pues todo se había ido a la mierda.

Se había esforzado especialmente en ser lo más desagradable y odiosa posible para evitar que Alba se enamorase de ella. Pero ahora de nada servía, sus muros, su coraza no habían valido para nada. Todo a la basura, había acabado por hacerle daño igual.

¿Por qué el ser humano era de aquella manera? Tendían a buscar la dependencia emocional en otra persona, a enamorarse de momentos vividos, a buscar amor en la primera persona que mostrara una conducta un poco agradable. ¿De verdad esa era la naturaleza del ser humano?

Suspiró. Se sintió hipócrita porque ya le hubiera gustado a ella enamorarse alguna vez.

-Mi vida sería mucho más fácil si me hubiera enamorado de él— pensó con dolor.

Ya en el baño y con aquel pensamiento rondándole la cabeza, comenzó a desvestirse, deseando limpiarse de todo el sudor que bañaba su cuerpo. Sentía como el flequillo se le pegaba a la frente empapada y sintió asco.

Pero no tanto como lo sentía de sí misma.

Con un último resoplido, terminó de desnudarse y se metió en la ducha. Cerró los ojos y se concentró en el chorro líquido y fresco que le golpeaba la cara, recorriendo todo su cuerpo en forma de gruesas gotas.

Salió de la ducha emocionalmente peor de lo que había entrado y, decidiendo no martirizarse más, a sabiendas de que era imposible, se envolvió en el pulcro e inmaculado albornoz.

Con la prenda todavía abrazando su cuello y el cabello húmedo, volvió a su cuarto dispuesta a tocar la guitarra. Podría parecer una loca tocando el instrumento casi a las cinco de la mañana, pero lo cierto es que aquello le relajaba y quizás, sólo quizás, podría volver a dormirse después.

Colocó la guitarra en posición para rasgar las cuerdas y comenzó a producir los acordes de la primera canción que escribió tras aquella tragedia que la dejó vacía por el resto de sus días.

I don't know what am I doing wrong
It's always hard for me to stay
Waiting for another chance
That keeps me from running away
It's always hard for me to stay

The Hate U Give || AlbaliaWhere stories live. Discover now