26. Los ojos nunca mienten

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Para Alba las siguientes semanas fueron un infierno. Apenas salía del departamento y sólo abandonaba la cama para lo esencial, que era comer y bañarse.

Sin embargo, todo tenía un lado positivo y obtuvo suficiente inspiración para escribir un total de canciones que completaran el repertorio para dar lugar a un álbum nuevo. Y es que consiguió formar dieciséis canciones en tres semanas.

Tenía que dejar salir sus emociones de alguna manera y fue en forma de arte.

Eso sí, no derramó ni una sola lágrima. Ya lo hizo por Javi y se dio cuenta de que llorar por ello no solucionaba nada. Así que decidió guardase sus emociones y se transformó en una versión 2.0 de la persona que la había arrastrado a aquella pesadilla.

Y no la culpaba, nadie puede decidir qué sentir y respetaba que la hubiese rechazado. Lo que no respetaba era la forma en la que le había hablado, sin ningún tacto o tipo de miramientos.

Aquella mañana se despertó con un sueño voraz, a pesar de haber dormido un total de nueve horas. Se quedó en la cama regodeando con el móvil entre las manos hasta que unos golpes en la puerta la interrumpieron.

Era Julia.

-¿Puedo pasar?— asomó su cabeza castaña para adivinarlo todo oscuro. No esperó a que la rubia le diera paso y se metió dentro dispuesta a regañarla— Alba, por Dios... Aquí huele a humanidad.

La andaluza se acercó a la ventana, levantó la persiana y la abrió de par en par para dejar que al aire ventilara la estancia.

-Qué pesada eres, Julia, ¿quieres dejarme tranquila?— se quejó volviéndose a tapar con las sábanas que previamente su amiga le había retirado.

-No— sentenció la castaña volviendo a destaparla—, y puedes decirme que soy una pesada todas las veces que quieras, pero tú no puedes seguir así— hizo una pausa en la que esperó que la alicantina respondiera, al no hacerlo continuó ella hablando—. ¿Es que no te estás viendo? ¡Llevas tres semanas igual! Me he aguantado las ganas de preguntarte qué ha pasado y te he dado tu espacio, ¡pero no mejoras nada!

La rubia bufó y se enderezó, quedando sentada en la cama adoptando la pose de un indio.

-Sabes de sobra lo que me pasa, no hay necesidad de que te explique nada.

Ahora fue el turno de la andaluza para bufar. Se sentó en la cama junto a la alicantina y la miró con enfado.

-No te he visto llorar ni una sola vez, pero ¿sabes? Esto es peor que secarte los ojos de tanto llorar, así que levanta el maldito culo de la cama de una vez y cambia esa cara, joder— supo que su amiga iba en serio cuando lanzó aquel improperio. La andaluza rara vez decía tacos.

Suspiró pero terminó por hacerle caso a su amiga. Se cambió de ropa y se lavó la cara, obteniendo una versión mejorada de sí misma en comparación a aquellos últimos días.

-Hasta tus fans se han dado cuenta de que te pasa algo— le hizo ver la gaditana, cruzada de brazos en el marco de la puerta del baño—, ni si quiera te esfuerzas para dar todo de ti misma en los conciertos.

Alba se encogió de hombros, sin saber qué decir.

No entraba a las redes porque todo lo que veía eran fotos de ella y Natalia compartida por sus fans, por lo que decidió descansar un tiempo de las redes sociales.

Aun así no se atrevía a quitar el fondo de pantalla que había colocado hacía ya más de un mes.

Finalmente, pasó la tarde con Julia, continuando con la serie que habían empezado juntas y que habían dejado estancada tras la caída de Alba. Agradeció en silencio que su amiga no quisiera ahondar más en el tema y tan sólo se centrara en hacerla sonreír con su gracioso humor.

The Hate U Give || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora