13. Ardiente deleite

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Al día siguiente despertó bastante tarde, pero antes de lo que lo hizo Joan, quien seguía durmiendo a su lado plácidamente. Se quedó tumbada en la cama un largo rato, pensando en el desmadre que fue la noche anterior.

Pero sólo una cosa la hacía morderse el labio inferior con nerviosismo, en un vago intento por reprimir una sonrisa.

Iba a acostarse con Natalia. Ese día. O al menos eso le había dejado claro el día anterior con el 'mañana no te escapas'. Se ponía cachonda tan sólo de pensarlo, ¿sería tan buena como en su sueño? No pudo evitar preguntarse.

Cuando se percató de que llevaba demasiado tiempo tumbada sin hacer nada estiró el brazo para coger el reloj digital que descansaba en su mesita de noche y mirar la hora.

Eran las dos de la tarde.

Se enderezó sobre la cama con una pereza impropia y se sentó. El colchón se hundió bajo su poco peso mientras se ponía las zapatillas. Dirigió sus ojos a su amigo, que descansaba tranquilo, antes de abandonar su habitación en dirección al baño.

Una vez allí se despojó de las pocas prendas con las que vestía y se adentró en la ducha, en donde se frotó con intensidad, retirando el olor a alcohol de su piel y toda la suciedad que pudo haber cogido durante la noche anterior.

Salió rápido del cuarto de baño, enfundada en una camiseta tres tallas más grande y unos pantalones que podrían hacerse pasar tranquilamente por un culote.

Al salir se encontró con Julia y su gran melena completamente alborotada.

-Buenos días —la saludó acercándose para besar su rostro soñoliento—. Voy a pedir pizza, ¿te parece?

-Alba por Dios, ¿quién le dice que no a la pizza?

La alicantina se río entre dientes antes de volver a su cuarto y observar como su amigo seguía durmiendo de forma pausada y calmada. Así que se acercó a él sigilosamente y se tiró encima, aplastándolo. Joan ni se inmutó, tenía el sueño pesado y era de musculatura fuerte, por lo que el peso de la rubia no suponía un problema.

La cantante empezó a darle besos por toda la cara, buscando que abriera los ojos. El muchacho tardó en desperezarse, pero finalmente lo hizo más temprano de lo que Alba había pensado.

Sonrió nada más deslumbrar el bonito rostro de su amiga.

-Buenos días.

-Buenos días, guapo— le sonrió ella de vuelta besando su pecho desnudo bajo su femenino cuerpo—. ¿Te quedas a comer, verdad?

Joan asintió sin borrar la sonrisa que volvió a contagiar a Alba. La chica le besó la mejilla con cariño antes de  levantarse decidida a llamar a la pizzería, pero el castaño la detuvo agarrándole la mano, tiró de ella y volvió a caer sobre su fornido cuerpo.

-Alba... siento lo de ayer, no sé qué me pasó —la verdad es que la muchacha ni si quiera se acordaba hasta que él mismo sacó el tema. Su mirada se suavizó al verlo tan vulnerable, así que alzó una de sus manos y le acarició la cara con lentitud antes de hablar.

-No te preocupes, sé muy bien que no quisiste hacerlo.

-Es que estaba borracho y todo el tema de Esther se me hizo un mundo, me dio un bajonazo, de verdad que lo siento, no es una excusa, pero tampoco quiero que pienses que me he pillado de ti o algo por el estilo. Eres como mi hermana, Alba, te quiero muchísimo de verdad— su miraba destilaba arrepentimiento y miedo.

Miedo por lo que ella pudiera pensar.

-Joan, de verdad que está todo bien,  no te preocupes por eso—besó su mejilla sintiendo como se relajaba bajo su contacto. Le sonrió con dulzura, como ella solía ser, y se levantó de la cama tendiéndole la mano y tirando de él para ayudarlo.

The Hate U Give || AlbaliaWhere stories live. Discover now