28. Diez de abril

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Natalia llegó rápidamente a su lado. Estaba exhausta, se notaba que había intentado venir lo más rápido posible. Se detuvo con las manos en las rodillas y se inclinó un poco hacia delante, intentando regular su respiración para poder hablar medianamente bien.

-¿Tú eres gilipollas?— le dijo nada más calmarse. Alba la miró atónita, ¿y ahora por qué le decía eso?— ¿Qué tienes? ¿Cinco años? ¿A quién se le ocurre irse a las cuatro de la mañana sola de una discoteca que queda a kilómetros de su casa?

Su voz tenía una mezcla de matices preocupados y furiosos. Se notaba el cabreo en su tono.

-¿Y a ti qué mierda te importa? Estabas muy ocupada comiéndole la boca al tío ese— le recriminó a sabiendas de que estaba quedando como una celosa de mierda, pero era justo como se sentía. Le dio la espalda y abrió el portal para entrar enfadada.

Natalia estuvo a punto de quedarse fuera. Si no llega a ser por sus reflejos que le dieron tiempo para colocar un pie entre la puerta, esta se habría cerrado con fuerza en su cara, provocado por la mala hostia de la cantante.

-¿Por eso te has puesto así?— fue detrás suya a punto de subir al ascensor, pero la detuvo cogiéndola del brazo— No me puedo creer que sea por eso, cuando tú te has estado refregando contra la pava de los tatus.

La rubia se deshizo de su agarre con rabia de un único movimiento. La miró con los ojos desorbitados, borrachos de coraje.

-¿Ahora te molesta algo como eso?— se acercó a la esbelta figura de la navarra hasta chocar su pecho contra el suyo— Si según tú no sientes nada, ¿no?— la pamplonica guardó silencio tras esas palabras, pero su pecho seguía agitado debido a la furia que acumulaba dentro— Vete a la mierda, Natalia— dijo con los dientes apretados, intentando controlar la sensación de euforia que le recorría el cuerpo.

La pelinegra la agarró por los hombros comenzando a sacudirla enrabietada.

-Te estás comportando como una cría— inquirió entre dientes y mirándola de una forma que bien podría haberla matado.

-¡Me. Da. Igual!— le gritó golpeando su pecho con ambos puños entre cada palabra— ¡Me tienes harta! ¡Harta! Déjame en paz, sólo quiero olvidarte de una puta vez, ¡joder!— seguía golpeándola con fuerza, pero la morena se mantenía firme bajo sus golpes— ¡Eres una...!

Se vio siendo interrumpida por los agresivos labios de la tatuada, que invadieron su boca con un furor que Alba correspondió de la misma manera. Se aferró al cuello de la más alta, que a su vez la tomó por los muslos para auparla y enredar sus piernas en sus caderas.

Caminó la corta distancia hasta la puerta del ascensor y, sin dejar de besarla, pulsó frenéticamente el botón de llamada, hasta que el susodicho les permitió la entrada.

Nada más estar dentro, estampó la espalda de la famosa contra el espejo. Ambas jadearon en el acto, pero sin abandonar aquel beso húmedo y arrollador que estaba comenzando a marearlas de excitación.

Natalia se separó un momento para pulsar el botón correcto. Alba aprovechó para estudiar su perfil, se deleitó con las líneas de su marcada mandíbula, el maquillaje que seguía en perfecto estado, el pequeño lunar que tenía debajo de la boca...

Le encantaba esa mujer.

-Te odio...—murmuró con voz lastimosa cuando la navarra se acercó lentamente de nuevo para volver a besarla. Sintió como sonreía en el momento en que sus bocas se buscaron en un beso tan furioso como profundo.

El ascensor abrió sus puertas en la planta estimada. La morena abrazó la cintura de la alicantina para caminar hasta su puerta sin romper el beso. Una vez allí, se separó de ella y, antes de bajarla para que pudiera abrir la puerta, le dejó un fugaz y casto beso en los labios.

The Hate U Give || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora