Capitulo 6

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 Poppie iba a llevarla de vuelta a su hogar, a Lubinia. Su padre no se estaba muriendo. Según el informante de Poppie, había participado en numerosos actos públicos que demostraban ese hecho. Sin embargo, sus apariciones habían servido de poco, porque sus enemigos habían esparcido el rumor de que tenía un corazón débil que no tardaría en dejar de funcionar. Algunos incluso culpaban a ese corazón débil de su incapacidad para engendrar otro heredero durante todos esos años. Gran parte de la población que empezaba a agitarse era tan analfabeta que se creía todas esas mentiras. De modo que sólo Camila podía tranquilizar sus temores.

Tenía que regresar a Lubinia, no cabía la menor duda. Sus esperanzas y sueños eran insignificantes comparados con la posibilidad de salvar todas esas vidas. No obstante, cuando los rebeldes se retiraran y sus mentiras fueran rebatidas, Camila se quedaría con un padre al que no quería y con una vida que quería todavía menos.

En Inglaterra nada la retenía. Gracias a los esfuerzos que Poppie había realizado a lo largo de los años, el orfanato contaba con una larga lista de benefactores que se encargarían de que siguiera funcionando. Y Camila ya tenía un nuevo guardarropa preparado para la temporada social londinense digno de una princesa. De una princesa real. Porque en el fondo nunca había sido un apelativo cariñoso. Y jamás lo había sospechado. ¿Cómo iba a imaginar siquiera que el término era algo más cuando le costaba tanto aceptar la verdad?

Sabía que Poppie no tenía planeado volver a Inglaterra… porque no pensaba que ella lo hiciera, y quería seguir a su lado. Había dejado claro que no volverían cuando le entregó la casa a Annette para que viviera en ella o la vendiera, dejando la decisión en sus manos. Sin embargo, cuando se despidió de su amiga con un abrazo, ella le susurró:

--Volveré.

Y era una promesa que pensaba cumplir. Haría todo lo posible para evitar que la guerra estallara en su país natal, pero después le diría a su padre que nombrara a otro heredero.   No compartió esos valientes planes con Poppie, los mantuvo guardados en su corazón y en su mente. De otro modo, ese futuro inminente la aterraría por completo en vez de ponerla simplemente nerviosa.

El único momento alegre que se produjo mientras abandonaba el hogar que tanto amaba fue cuando Henry Mathews se coló en el carruaje la mañana de su partida. El niño esbozó su preciosa y descarada sonrisa y le dijo:

--¡Me voy con usted! ¿A que es increíble? Yo, viajando al dichoso continente. ¿Quién lo iba a pensar?

Camila solo atinó a abrazarlo, encantada con la idea. Más tarde, cuando llegaron al puerto y se quedaron un momento a solas, Poppie le dijo:

--Sé que estás muy encariñada con él y pensé que su compañía te facilitaría un poco el viaje. Además, una vez que estés con tu padre, podré confiar en él para entregarte mensajes.

En el fondo, Camila sospechaba que lo hacía porque se había acostumbrado a su labor paternal y quería que Henry fuera su sustituto. Eso la alegraba y la entristecía a partes iguales. Sin embargo, la presencia del niño la ayudó durante parte del trayecto a no pensar en lo que la aguardaba, sobre todo cuando lo ayudaba con las lecciones, que incluían clases de lubinio, el idioma de su país natal.

 Camila dominaba los dos idiomas más importantes que se hablaban en los países que atravesarían durante el viaje. Desde que aprendió alemán, comprendía perfectamente a Poppie cada vez que hablaba en lubinio, ya que ambos idiomas era muy similares. Hasta ese momento no había comprendido que Poppie lo había hecho de forma deliberada, a fin de prepararla para ese indeseado futuro.

Poppie seguía recordándole que su futuro sería maravilloso en un esfuerzo por mejorar la imagen del país que él tanto amaba.

--Lubinia no es perfecta, pero podría serlo. Le aseguró—Y en un mundo perfecto puedes tener lo que quieras. No veo por qué no puedes impartir clases en el palacio. Pueden llevarte a los niños. No veo por qué no puedes seguir haciéndolo después de que contraigas matrimonio.

Las reglas de la pasión - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora