Capítulo 28

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Menos mal que cuando salió corriendo de la cama, Camila encontró la bata que Lauren le había quitado por la noche.

Apenas le dio tiempo a abrocharse el cinturón antes de que Lauren volviera con Boris, cada uno de ellos llevando uno de sus baúles. Después se marcharon para ir en busca de los otros dos. Camila no se movió. El traslado de sus pertenencias al dormitorio de Lauren dejaba bien claro que a partir de ese momento dormiría con ella... de ahí que su deber le pareciera repentinamente placentero, tal como había afirmado.Sin embargo, lo que había pasado esa noche no volvería a repetirse. Según Lauren, ella necesitaba consuelo, e incluso lo había tildado de impulso natural después de lo que le había sucedido. Reconoció que tal vez tuviera razón. No obstante, el trauma había desaparecido y su fortaleza la ayudaría a no volver a hacer algo tan impropio. Compartir el dormitorio con Lauren sería... difícil, pero eso no quería decir que también tuvieran que compartir la cama. Le exigiría que pusiera un camastro o que se acostara en el sofá del rincón. O se acostaría ella.

Una vez que el último baúl estuvo junto a la pared, Lauren despachó a Boris y empezó a abrirlos uno a uno. Las cerraduras estaban rotas, lo que le recordó que ya había registrado sus pertenencias antes.

—Vístete —le dijo ella—. Tienes visita.

Camila abrió los ojos de par en par.

—¿Mi pad...?

—No. Un niño. Vino esta mañana y preguntó por ti. Mis hombres le dijeron que volviera más tarde. No querían molestarme por un asunto que no les pareció importante.

—Me gustaría que tus guardias no hicieran suposiciones en lo concerniente a mi persona.

Deberían haberme despertado.

—Estabas en mi dormitorio. Su suposición fue acertada y me concernía a mí, no a ti. Cualquiera que quiera verte tendrá que verme antes a mí.

Camila se sonrojó al escucharla. ¿Estaría todo el mundo al tanto del lugar donde pasaba las noches?

—De todas formas, no te habría despertado aunque me lo hubieran dicho —añadió—. Necesitabas dormir más.

—Pero ¿Henry ha vuelto?

Lauren enarcó una ceja.

—¿El muchacho que viajaba contigo? Me dijiste que era huérfano. El que ha venido esta mañana asegura tener una madre que le dará una paliza si no vuelve a casa con el oro que le han prometido si te entrega un mensaje. ¿En qué quedamos? ¿Es un pihuelo de la ciudad con una madre furiosa o es tu huérfano?

—No tengo ni idea —reconoció ella, que después se echó a reír—. Supongo que es Henry. Ha debido de pensar que con ese cuento le permitirían verme antes. Pero será mejor que te marches para que pueda vestirme y así lo averiguaremos.

Lauren cerró la puerta al salir. Camila se vistió con rapidez. Eligió un vestido mañanero de cuello alto y de color lavanda que más bien parecía morado a la tenue luz de la lámpara que Lauren debía de haber encendido esa mañana. Seguro que era Henry quien quería verla, pese al improvisado cuento, pero ¿por qué tan pronto? El día anterior ya había hablado con Poppie, aunque brevemente. ¿Habría descubierto algo más?

Henry corrió a sus brazos tan pronto como salió del dormitorio. Y así echó por tierra el cuento de que era un muchacho lubinio de la capital que no la conocía. Ella lo abrazó con fuerza y se percató de que Lauren los observaba con interés.

—Me han dado un susto de muerte porque no me dejaban verte —le dijo Henry.

—Tranquilo. Es que viniste muy temprano. Estoy bien, como puedes ver. Cuento con la protección de la capitana de la guardia. No me sucederá nada mientras ella me proteja. —Decidió que debía hablar en inglés para que Henry la entendiera y para que Lauren no lo hiciera.

Las reglas de la pasión - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora