Capitulo 11

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 Condujeron a Camila hasta una gran antesala del palacio decorada con unas cuantas sillas que no parecían muy cómodas. Nadie estaba sentado en dichas sillas y ella tampoco se sentó. Iba a conocer a su padre, el rey de Lubinia, ese día. Camila sabía que el rey se llevaría una enorme sorpresa y también una gran alegría cuando descubriera que seguía con vida y que después de todo tenía un heredero legítimo. Ojalá pudiera mantener las distancias emocionalmente, porque así podría regresar a Londres sin remordimientos en cuanto la rebelión fuera sofocada. Sin embargo, ¿Qué pasaría si su padre y ella se veían abrumados por sentimientos familiares y conectaban nada más verse? Sería maravilloso… siempre y cuando su padre no esperase que se quedara en ese reino primitivo en mitad de las montañas.

Fue incapaz de no comparar el palacio con el que había visitado en Inglaterra. Ese era mucho más pequeño, y también de un estilo mucho más exótico. Parte del tejado estaba cubierto por una magnífica cúpula dorada. En los pasillos había recargadas columnas blancas y los techos tenían intrincados artesanados.

Las paredes eran obras de arte en sí mismas, ya que algunas estaban decoradas con mosaicos cuajados de oro y otras con azulejos en tonos rosados y cobalto y piedras preciosas. Al igual que muchos edificios que había visto en la ciudad, el palacio era una mezcla de Oriente y Occidente.

Mientras echaba un vistazo por la estancia, se quedó descorazonada al ver más de veinte personas esperando para recibir audiencia con el rey. Estaba harta de retrasos. Estaba harta de ocultar su identidad. Quería librarse del miedo porque le estaba provocando un nudo en el estómago.

Comenzó a pasearse por la habitación, presa de los nervios. Eso fue un error. Se acercó demasiado a un individuo que les estaba contando una historia picante a un grupo de hombres de aspecto rudo. Se alejó del grupo y casi se tropezó con un cabrero que estaba sentado en el suelo comiendo algo que llevaba seguramente en las manos. ¡Y tenía a una cabra al lado! Seguramente era un regalo para el rey, pero… ¿dentro del palacio?

Cuando se internó más en la antesala en busca de un lugar seguro en el que esperar, se percató de la presencia de otras mujeres. La mayoría parecía someterse a los hombres a quienes acompañaban, y muchas iban vestidas de forma muy distinta a ella. Camila iba con la última moda inglesa, con una capa larga y elegante, con su gorro a juego, ribeteada de piel. Una de las lubinias iba ataviada con algo parecido a una toga, y otra llevaba un chaleco largo y muy amplio que parecía confeccionado con piel sin curtir. Una mujer de edad mediana iba vestida a la europea, pero con un estilo tan escandaloso que llevaba medio pecho al descubierto, de modo que saltaba a la vista que era una mujer ligera de cascos y estaba encantada de que los hombres lo supieran. Sin embargo, se percató de que no todos los hombres eran unos gigantes como se había temido después del encuentro con esos soldados tan brutos en el paso montañoso al entrar en el país.

Distraída por el colorido de las paredes, casi pasó por alto el pequeño retrato de un hombre con corona. Se quedó prendada de él. ¿Sería su padre? Titubeante, le pidió a un hombre que tenía cerca que se lo confirmara, y obtuvo una orgullosa respuesta.

--Por supuesto que es nuestro Alejandro.

“!Dios mío!”, pensó, era su padre. ¿De verdad era tan guapo o el artista lo había retratado así para complacerlo? Fascinada, fue incapaz de apartar los ojos del cuadro. Tuvo que contener las lágrimas. Su padre… pero él seguía sin saber que estaba viva. Se llevó una decepción al no ver parecido alguno. Su padre era rubio y de ojos azules, mientras que ella era pelo castaño oscuro y ojos marrones. ¿Complicaría esa circunstancia todavía más su misión?

De vez en cuando un hombre de porte muy serio abría la puerta de doble hoja que había al otro lado de la antesala, una puerta que supuso que conducía a la sala de recepción del rey, y acompañaba al suplicante o al grupo de personas en cuestión al otro lado. Sin embargo, llegaban más personas, de modo que la antesala estaba siempre abarrotada

Las reglas de la pasión - CamrenWhere stories live. Discover now