Capítulo 38

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Llevaban el suficiente tiempo fuera como para que la molesta vecina de los Jauregui se hubiera marchado cuando ellos regresaron. De vuelta en la sala de estar, Camika estaba

recuperando el calor delante de la chimenea, por lo que no vio entrar al padre de Lauren.

—Kosha parecía inquieta. ¿Se ha acercado algún animal salvaje a la manada?

Lauren soltó una carcajada y señaló a Camila con la cabeza.

—Si quieres considerarla un animal salvaje...

—Preferiría que no —replicó Camila con sequedad.

Lauren los presentó, aunque no hacía falta. Tenían mucho parecido entre padre e hija. El resto del día siguió la misma tónica agradable. A diferencia de Lauren, su familia era amable y la hicieron sentir como en casa.

La madre de Lauren quiso ponerse al día sobre las tendencias de moda londinenses, y los hombres junto con Lauren reaccionaron con idénticos gemidos. Lo que Clara hizo fue echarse a reír e invitarla a que la acompañase a la cocina para poder continuar la conversación sin aburrirlos.

Sin embargo, lo que en realidad quería saber era:

—¿Te gusta mi Lolo?

Camila no se ruborizó y consiguió contestar con una evasiva.

—Bueno... cuesta acostumbrarse a ella.

La respuesta le arrancó una carcajada a Clara.

—Sé que es distinta a cualquier hombre o a los caballeros ingleses a los que estás acostumbrada. Los lubinios... no se muerden la lengua, no, van directos al grano. Pero es una buena chica.

Camila se echó a reír. Solo una madre llamaría a un mujer del tamaño de Lauren «chica».

Le caía muy bien esa mujer. Mientras estaba con ella, le fue imposible no pensar en su madre.

Ojalá Helga fuera tan accesible como Clara.

Más tarde conoció al hermanito de Lauren, de lejos, cuando una criada lo llevó al gabinete.

Lauren se lo quitó a la mujer de los brazos, lo lanzó varias veces al aire hasta que el niño chilló de felicidad y se acercó a Camila con él en brazos. Pero el niño era demasiado tímido con losdesconocidos como para permitir que lo cogiera, y empezaba a llorar cada vez que extendía los

brazos hacia él.

Chris se reunió con ellos para cenar. Estaba sentado a la mesa entre sus padres, que le daban de comer poco a poco. Lauren le sonrió al niño y se inclinó hacia Camila para coquetear:

—No sabe lo que se pierde al no poder estar entre tus brazos.

Al menos, Lauren había susurrado el comentario, ya que estaba sentada junto a ella, y nadie más que ella la vio ruborizarse. Sin embargo, se produjo un silencio incómodo cuando se hizo tarde y Clara le dijo a Camila:

—Ven, voy a enseñarte tu habitación.

Lauren las detuvo y sin rastro de humor dijo:

—No, dormirá conmigo. Está en peligro. La gente que quiere matarla estaría dispuesta incluso a allanar una casa para conseguirlo.

—No vamos a compartir cama, lady Jauregui —le aseguró Camila.

—No, claro que no —convino Clara—. Puede dormir conmigo, Lolo.

—¿Y dónde voy a dormir yo? —quiso saber Mike.

Camila creía que estaba todo arreglado hasta que Lauren dijo:

Las reglas de la pasión - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora