Capitulo 15

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 La capitana soltó a Camila en el centro de una enorme celda. La ancha puerta de barrotes estaba abierta, pero Lauren se había plantado delante. Su cara era una máscara inexpresiva, pero no le cabía la menor duda de que seguía furiosa. ¿Por qué si no la habría llevado a esa celda?

--Se ha acabado el juego, muchacha—Se estaba refiriendo a lo que había sucedido en la otra estancia, algo muy entretenido para la capitana, seguro, pero muy frustrante para ella, dado que había sido incapaz de detenerla—Puedes quitarte la ropa tú sola o lo hago yo—añadió.

¡Ay, Dios, eso no se lo esperaba!

--¿¡Por qué!? ¡No tengo más armas, lo juro!

--Has demostrado ser más ingeniosa a la hora de esconder armas de lo que pensaba. Ahora voy a asegurarme de que no hay más sorpresas—Cuando Camila se alejó de ella, dijo—Muy bien. No me importa ayudarte.

A la desesperada, Camila intentó rodearla para cruzar la puerta, pero así solo consiguió que la atrapara antes. Luchó con todas sus fuerzas cuando la capitana buscó los cierres de su vestido. Los tenía delante, como la mayoría de las prendas que había llevado consigo en ese viaje, dado que no la acompañaba una doncella. La capitana tuvo que rodearle la cintura con un brazo para pegarla contra ella, de modo que pudiera desabrochar los cierres con solo una mano. Una mano que le rozaba una y otra vez el pecho, con total deliberación, no le cabía la menor duda. El miedo que había sentido se evaporó, sustituido por la rabia. Se torció y la empujó para liberarse de su brazo, le golpeó la mano e intentó apartarla, pero ella se limitó a reanudar sus esfuerzos.

En poco tiempo, Camila estaba jadeando por el esfuerzo de detenerla, aunque no lo estaba consiguiendo, y se dio cuenta de que lo único que iba a conseguir era retrasar lo inevitable. Todavía no la había mirado a la cara. Estaba demasiado ocupada apartando esa mano de ella. Pero no quería ver la determinación en su rostro mientras seguía esperando un respiro, mientras seguía esperando que se detuviera antes de quedarse totalmente desnuda.

Cuando su vestido quedó abierto por completo, se esforzó en volver a cerrarlo, lo que hizo que la capitana le soltara:

--Que sepas que podríamos hacer esto en la cama.

Camila jadeó, estupefacta.

--¿No? Qué pena—dijo la capitana.

Camila la miró en ese momento. Y se quedó sin aliento. No había brillo risueño en sus ojos, sino algo tan intenso que la puso colorada. ¡La deseaba! Esa idea le provocó un escalofrío de excitación, pero ¡se quedó plantada sin hacer nada!

Las mangas del vestido se deslizaron por sus brazos. Tras varios tirones, sus enaguas quedaron sueltas. De repente,  tanto las enaguas como el vestido acabaron arrugados a sus pies.

--Eres guapísima—dijo ella, maravillada, mientras recorría con la mirada lo que había dejado expuesto. Sin embargo, al punto cambió el gesto y añadió—Los hombres que te eligieron para ser la impostora acertaron de pleno. ¿Ha  sido deliberado? ¿Creían que me seducirías hasta tal punto que olvidaría cuál es mi deber?

¿Ella? ¡Lauren era la experta en seducción! Sin embargo, la idea parecía haberla enfurecido de nuevo. La levantó para poder apartar las prendas que le había quitado. A continuación, cogió la única silla de la celda, la colocó en el centro de la estancia y la obligó a sentarse de un empujón.

Sentada únicamente con la camisola, los calzones, las medias y las botas, jamás se había sentido más avergonzada en la vida. Eso reavivó la furia que había sentido antes. Y el hecho de que la capitana estuviera allí delante de ella, admirando su trabajo, la intensificó todavía más.

Las reglas de la pasión - CamrenWhere stories live. Discover now