𝐂apítulo Ⅲ: la Tormenta

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Mucho más tranquilo y confiado en que Astrid estaría a salvo, fue junto a sus compañeros, a unirse en la guardia, ahora mucho más minuciosa que la de antes.

—Vaya, pensé que nos habías abandonado —mencionó Brutacio.

—No, chicos. Nunca los abandonaría, pero entenderán que...

—Sí, sí, sí —interrumpió Patán, rodando los ojos —. Tienes una mujer preñada que cuidar. Lo sabemos Haddock, pero yo ya quiero ver acción.

Hiccup tan solo entrecerró el ojo y bufó. Pero Patán tenía cierta razón, no había tiempo de tantas explicaciones.

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Aburrida, bajo la noche estrellada y tan solo acompañada por un montón de árboles, esperaba que llegara su príncipe azul, llegando victorioso después de una batalla, como lo era usualmente.

Claramente, lo pensaba sarcástica, pues odiaba ser la damisela en apuros que siempre debía ser rescatada por un hombre. Ella, tardó mucho en dejar claro a toda la aldea de Berk que no sería una mujer como esas, que siempre podría cuidarse de sí misma sin ayuda de ningún vikingo. Siempre luchó por tener el título de la joven más ruda de Berk. Que, aunque las vikingas no contaban tal cual con el estereotipo promedio de una dama y aportaban para batallas, usualmente solo se encargaban del hogar y lo mucho que participaban eran creando armas de combate para sus maridos.

—Ni creas que voy a perdonar que hagas a mamá una débil, señorito —le hablaba a su vientre, mientras caminaba de un lado a otro para desquitar su aburrimiento —. Tu papá te debe amar demasiado, nunca me había prohibido nada parecido a esto. Siéntete afortunado.

Y así, entre varios balbuceos para su vientre de cinco meses de gestación. Tenían razón, ella pensaba que era ridículo que las mujeres embarazadas conversaran con sus estómagos, pero ahora se daba cuenta que no había compañía más grata y sincera que esta conexión única entre madre e hijo. Serían meses en los que solo ellos podrán comunicarse a la perfección, en donde ella protege su crecimiento. Pareciera que estaba sola, pero no, realmente sentía la energía de otra presencia que estaba ahí con ella.

Los pensamientos fueron interrumpidos por un aleteo entre las plantas. Lo quiso pasar desapercibido, pensando que era acto del viento que helado que golpeaba sus huesos, pero nuevamente, las plantas se movieron de forma tan brusca.

La vikinga no pensó ni un segundo más en inspeccionar. Después de un camino lleno de arbustos, llegó a una superficie plana, llena de árboles altos. Dio una vuelta completa, tratando de encontrar algo interesante, pero, nada.

Sin embargo, más allá de lo que sus ojos podían percibir, un ser había centrado su atención en la de cabellera rubia. Le inspiraba confianza, pero sabía que por ningún motivo debía quedarse más tiempo.

Trató de avanzar sigilosamente, pero dentro de los arbustos era imposible no llamar la atención.

— ¡Ahí está! —gritaron. Astrid se asustó e intentó correr, pero una flecha rozó su brazo, haciendo que derramara sangre y se tirara al piso de dolor.

—Ay, no —se quejó, tendida en el piso, mientras cubría la herida para que no saliera más sangre.

— ¿Quién te mandó? —salió un hombre de las sombras, apuntando con un hacha a la chica. Ésta estaba en paralizada —. Tranquilos, falsa alarma. Es una mujer —y esto, hizo enfurecer a Astrid.

— ¡Aun así puedo partirte la cara! —se levantó y quitó su brazo de la herida, pero la sangre escurría con preocupación.

— ¿Tú y cuántos más? —preguntó, con ironía, mientras acercaba su arma lentamente a ella, hasta que un ataque de plasma la desvaneció.

— ¡Chimuelo! —gritó ella, pero al ver a tan hermoso e impresionante animal frente a sus ojos, tan brillante e inigualable —. ¿Furia blanca? —emitió, no tan segura.

El dragón se puso de modo que pudiera proteger a la chica.

—Te aprovechas porque sabes que te necesitamos —dijo el que portaba una máscara, con rabia —. Pero nada va impedir que matemos a la chica y esta vez es tu culpa por haber salido de tus sombras —el dragón lo miraba con sus pupilas delgadas, con una mirada azul tan amenazante —. Nadie puede saber que existes.

—Entonces, nos tendrás que matar a todos —llegó Hiccup, con su traje y su máscara puesta.

—No tendría problema alguno —frunció la mirada. Hiccup no lo sabía, pero, quizás esta persona podría ser el enemigo más preocupante —. Pero sé qué puede más contigo —y sin pensarlo, apuntó contra Astrid, disparando esa flecha llena de veneno mortal.

Los ojos de Hiccup rompieron en llanto. El grito desgarrador de Astrid y como todo su cuerpo cayó estruendosamente al piso. Estaba muerta.

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Sus sueños... en sus sueños no podía dejar de verla y recordarla. Simplemente, la parte más importante de su vida la había vivido con ella. La había amado, la amaba tanto, que su corazón estaba destrozado, hundido en el sinfín de recuerdos que le traía. Jamás volvería a estar con ella, había muerto de la manera más perversa que jamás haya imaginado. Odiaba tanto aquellos ojos claros que había visto bajo esa máscara, pues era un cobarde que no reveló su identidad y solo la dejó morir.

—Tormenta... —susurraba, recostada en la cama, con las lágrimas cayendo sin piedad.

Solo podía recordar el momento en que el tipo apuntó hacia ella y su dragona dio la vida. Después de ahí, todo fue negro, pues del dolor y la impresión, se desmayó.

—La dragona no se deja tocar por nadie... —habló Hiccup, tratando de sacarle plática a la rubia para que pensara en otra cosa.

— ¿Es hembra? —preguntó, sin muchas ganas. Hiccup tan solo asintió.

—Ella te protegió, nosotros pensamos que tu podrías... —pero fue interrumpido.

—No, de ninguna manera le haré esto a Tormenta. A días de su muerte y yo conociendo a otro dragón, como si ella fuera un reemplazo... no.

—Claro que no —se sentó a su lado y se recostó en su cabeza —. No queremos que la reemplaces. Solo buscamos su confianza.

—Consíguela tú. La furia luminosa es preciosa, pero no puedo...

Furia luminosa...

—Astrid, Tormenta dio la vida por ti, como lo haría yo... ambos preferimos tu vida.

—Desearía haber sido yo, si tan solo...

— ¿Si tan solo no hubiéramos tenido esta oportunidad? —tocó su vientre —. Pero la tenemos, y se nos está dando... Sé que ahora estás muy deprimida, pero cuando tengamos en brazos a ese pequeño, todo nuestro mundo va a cambiar.

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Pensé que sería turbo original matar a Tormenta, pero ya vi que no xd Les juro que no he leído nada de esto para inspirarme. Vi la película y pensé en esta parte emotiva.

Espero que les haya gustado y sacado un pedillo uwu no sé qué más aclarar aquí, pero espero les guste. Y sí, en efecto iba a haber matanza xd capítulo dedicado al comentario acertado XD 

Mujeres en tiempos vikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora