𝐂apítulo ⅩⅠⅩ: dragones, feroces y mortales

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Inquietante. Erizante. Sentir otra vez el calor sobre su piel le había puesto los vellos de punta.

De pronto, solo eran ellos, haciendo contacto visual. Ninguno hablaba y solo apreciaban este inusual calor brotando de sus pieles.

Estaban fuera de sí, desconectados de su lado pensante.

Hiccup deslizó sus manos, lentamente, por los brazos de Astrid, sin llegar a sus manos. Había pocos centímetros de distancia. Incluso, podían sentir como exhalaban el aire. Era acelerado, fuera de control.

Esto era lo que quería. Esta sensación de tener su piel cerca con la suya. Tener que ver esos ojos todos los días y memorizar el ritmo cardíaco de la mujer.

— ¡No oíste, suéltala! —una amenaza se agregó a este momento.

Daven.

Después de haber compartido este suceso y haber meditado la posibilidad de orillar su orgullo, desapareció.

Otra vez ese maldito malestar en su estómago. Tan solo sentía un inmenso coraje de verlo. Traicionaba su lado racional y ahora solo quería que Astrid notara lo que estaba haciendo en él.

No solo se va durante años, llevándose a su hija; también, aparece de la nada, llegando con él. Lo estaba volviendo loco y los celos subían hasta su cabeza.

Soltó ferozmente su agarre. Sus pobladas cejas ahora estaban encorvadas, acompañando una mirada de enojo.

—Te quiero fuera de Berk —agregó, consumido de sentimientos negativos, con el puño cerrado.

— ¿Perdón? —contestó, ofendido —. Soy parte esencial de Berk. Por qué mejor no dejas tu berrinche de lado y te comportas como un verdadero hombre.

Verdadero hombre... jamás había sido fanático de la violencia, pero esta vez, solo quería lanzarse contra él y acabarlo ya mismo. Había una envidia inmensa en su corazón.

—No quieres que me comporte como un verdadero hombre, Daven —sacó su ardiente espada de fuego.

— ¡No! —exclamó la rubia, presenciando este desacuerdo —. Daven, ¡vete de aquí!

El orgullo del pelinegro valía más que los gritos desesperados de una dama en apuros. Él por nadie hubiese renunciado a un enfrentamiento como estos. Bajaba su nivel de hombría.

Pero ella, su mirada llena de preocupación, su cuerpo tembloroso y el mar de sus ojos lo hacían detener. Lo controlaban. No podía negarle esta petición.

Golpeó la pared, frustrado, para acatar las órdenes de la rubia.

Esto había enfurecido más a Hiccup, ya que, conocía a Daven. Era otro hombre vikingo promedio, obstinado, testarudo y lleno de guerra en su ser. Una mujer no detendría estos llamados de batalla, al menos, no una mujer cualquiera.

Era una actitud que podía leer perfectamente. Astrid no era cualquier cosa para Daven.

—Que te quede claro que no pondrás ningún pie fuera de Berk —dirigiéndose a ella, furioso —. Estoy lastimado, lleno de rabia —clavó su mirada en ella. Astrid estaba muerta de miedo. Nunca lo había visto así —, pero tenemos una hija y solo por ella voy a aceptar convivir contigo. No quiero verte a ti ni a Daven haciendo cosas estúpidas por acá. No me importa lo que haya entre ustedes, ¡lo aborrezco! —aceptó, derramando lágrimas. La rubia estaba en shock. No podía denegar nada que él acusase —. Pero lo voy a aceptar... lo aceptaré, solo por Zephyr.

Fue lo último que comunicó. En segundos, salió de su casa, dejando a Astrid decepcionada.

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Valka había accedido a darle un recorrido a la niña, para que así Hiccup pudiera conversar lo necesario con Astrid.

Posiblemente, el dolor que sentía su hijo al tener a su cría lejos no se comparaba con su lazo como abuela de la pequeña. Pero los dioses fueron testigos que no solo el castaño deseaba encontrarla y tenerla en brazos. Valka también moría en la tentación de tener a su querida nieta consigo.

Y han pasado tan pocas horas. La pequeñita tenía un poder de convencimiento enorme. Te enamoraba al instante. Valka estaba experimentando una de las mayores felicidades en tan solo un par de horas.

Además, le recordaba a su hijo. Era tal cual a Hiccup; curiosa, aventurera, tímida, sensible. Tenía el carácter tan definido con solo cuatro años de edad. Era herencia pura de los Haddock.

— ¡Wow! —chilló su voz. Sus pupilas dilatadas eran la prueba de que todo esto era nuevo para ella —. ¿Qué es esto? —tomó algo del suelo y lo mostró a su abuela.

—Una escama de dragón —le comentó, con una sonrisa. La niña cambió su rostro iluminado por uno de terror.

— ¿Dragones...? —emitió, con miedo.

Valka no lo entendía.

—Pequeña, ¿acaso le temes a los dragones? —inquirió, con dulzura —. ¿Pero qué hay de la linda dragona que acompaña a tu madre?

—Mei es diferente. Es linda y me protege —afirmó, con su tierna voz —. Pero el señor Aran siempre llevaba dragones malos...

— ¿El señor Aran?

—Mamá me dijo que él no era nada nuestro, tan solo ayudabamos con su trabajo —comenzó a platicar, sentándose en el pasto —. Él se la pasaba cazando dragones y luego los ponía a pelear. Y el señor Aran jamás nos dejó acercarnos a ellos porque eran muy peligrosos.

Relataba con inocencia y, a su vez, la mayor se daba cuenta de la pesadilla que habían vivido.

—Los dragones no son malos, tesoro —acarició sus mejillas, pasando las yemas de sus dedos por las diminutas manchas en su rostro —. Son incomprendidos. Aquí podrás conocerlos y te darás cuenta que son seres maravillosos.

— ¡Mi sueño siempre fue estar aquí! —aseguró la niña, con emoción —. Mi mami lloraba todas las noches por extrañar Berk. Me decía que no había lugar que se le pareciera. Y ahora entiendo por qué.

Y así, pasaron la tarde. La pequeña Zephyr, una vez tomando confianza, no había voz que pudiera detener sus agudas pláticas.

Estaba impresionada, contenta y orgullosa de Astrid. Alejarse del nido es una decisión difícil, porque sabes que más allá, no existe la misma educación y cultura. Sin embargo, Zephyr era una auténtica vikinga nacida de Berk. Y, era sumamente inteligente, con un léxico muy claro para su edad. Astrid había hecho maravillas con su nieta.

Jamás podría juzgarla. Tan solo esperaba el momento de poder charlar con ella y comprender mejor todo este nudo.

Ella más que nadie, sabe que dejar a tu marido es muy difícil.

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Bueno chavas, de antemano, disculpa cualquier error. Quería actualizar y tuve que terminar el capítulo en el celular. Me entró la inspiración y no podía dejarla pasar uwu.

Se vienen cosas shingonas ;v ahr.

No hay mucho que aclarar. He estado muy cansada y por eso tamaña ausencia :'( mil disculpas.

Mujeres en tiempos vikingosWhere stories live. Discover now