𝐂apítulo ⅩⅤⅠ: maté a un hombre

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Esta era la parte complicada. Seguir el camino, a base de un inquebrantable silencio, sin encontrar maneras para comenzar una conversación.

Amaba a Hiccup. Era de los seres más perfectamente imperfectos para ella, pero recordaba esa lejana ocasión, donde el joven Daven había encontrado el antídoto para curar el azote propagado de una flor violeta mortal.

Hiccup había hecho mal al tratarlo así, a odiarlo tanto, pues en los peores aprietos, Daven terminaba siendo ayuda.

Debía agradecer el hecho de que haya salvado a su pequeña. De lo contrario, ella probablemente no hubiera podido continuar. Perder al jinete, era duro. Perder a su hija, su total perdición.

— ¿Cómo hiciste para que no se la llevaran? —indagó. Acariciaba el cabello de Zephyr, mientras ella dormía en su regazo, arriba de Mei.

—No importa —evadió. Aterrizando de golpe, tragando saliva.

Astrid quedó sumamente preocupada al cambio tan abrupto del semblante del muchacho. Ella también llegó al piso, para después bajarse de la dragona y observar cómo él le daba la espalda. Parecía avergonzado.

—No importa cómo haya sido —afirmó ella, acercándose, poniendo su mano en el hombro de Daven—. Yo estoy agradecida.

— ¿Estás segura? —tomó su mano, con cierta brusquedad. No la lastimó, sino que la tomó fuertemente y la retiró de su sentir.

Astrid carraspeó, incómoda.

—Por supuesto —confirmó, sonriendo.

—Pues entonces, por lo que he hecho por ti, considera las cosas —emprendió una ruta a su dragón, sacando de un enorme saco unos pequeños troncos de madera y los aventó al piso.

—No puedo pagarte en estos momentos —mencionó, confundida —. Pero en cuanto trabaje, yo... —Daven la interrumpió.

—No son runas lo que quiero, Astrid. Ni todo el dinero del mundo podría borrar lo que hice —apartó la vista.

No entendía, pero el hecho de manchar su imagen con ella era algo que quería evitar. Al igual que cualquier contacto físico.

Él estaba manchado de sangre, cargando con muchos delitos en su ser. Sin embargo, confesarle a ella todo lo que alguna vez hizo, era algo que no, no lo haría. Y por alguna extraña razón, le gustaba que lo viera como un héroe.

—Por favor, cuéntame —imploró, asustada. Veía una carga pesada en esos ojos azules del muchacho, iluminados por la luz de la luna.

—Tuve que... matar a un hombre —confesó. Tenía que ser honesto con ella en cuanto a esto. No tenía en donde caerse muerto después de haber pagado por ella. Mucho menos para haber ganado el precio de Zephyr, claro, lo que valían para el señor Aran.

Astrid se cubrió la boca, asombrada.

—No me veas como si fuera un asesino. ¡No lo soy! —mintió. Pero, Thor, ¿por qué le hacía tanto ruido esa cara de impresión? ¿Por qué le importaba tanto lo que ella pensara?

Ella negó, acercándose a Daven: —No, yo lo siento —se disculpó, buscando su mano —. Incluso, te lo repito. Agradezco que hayas hecho todo por mantenerla a mi lado... —reconoció, tomando con fuerza la mano del pelinegro.

¿Así se sentía ser apoyado? ¿Esto era la admiración y gratitud que una mujer brindaba hacia un gladiador?

¿Por qué era tan purificante, glorioso y placentero aquella mirada azul llena de agradecimiento y admiración? ¿Y qué era esa llama encendida en su estómago?

Traicionado por su subconsciente, de pronto, anhelaba ser el príncipe de este cuento de hadas.

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Wow.

Era lo poco que podía pensar al ver ciertas marcas cicatrizadas en su piel.

Tan profundas fueron las heridas capaces de dejar un nuevo universo por explorar en su dorso, pero ya no había aventurera digna de viajar por las travesías del reverso de su cuerpo.

Sin duda, eran marcas de un guerrero. Haber soportado a una vikinga tan feroz y fuerte en la cama, ¡sí que era de vikingos!

Y todo esto, inevitablemente, llegaba a una cosa.

Todas esas noches, demostrándose amor, sintiendo la fineza de sus almas y la pasión de sus cuerpos; todo era un perfecto botiquín. Un perfecto rompecabezas, un singular juego de mesa; o una pieza hacía embonar a la perfección una imagen, o había un destino final en un simple juego de ajedrez.

Pero cada una, tenía su propio destino. Y, en realidad, ¿qué esperar después de tantas noches apasionadas?

Definitivamente, un delicioso pastel no es lo que encontrarías posterior a intimar con tu pareja. Pero, seguramente, en algún momento, un digno heredero podría sumarse a los planes.

Fue duro con Heather y un completo cobarde. No fue capaz de demostrarle a su amiga cuan débil estaba aún, luego de haber perdido todo.

Y por supuesto que, además de pensar en la rubia, también pensaba en la bebé que alguna vez conoció, en su bebé...

Su preciada Zephyr.

Sí. Ya no era una bebé, pero él no tenía la dicha de decir que tenía algún otro recuerdo con ella.

A veces, no sabía si podría perdonar a Astrid por haberse ido de esa forma. Entendía ciertas cosas, al igual que sería feliz de verla una vez más, pero nunca justificaría tal decisión de haber abandonado el nido.

Igual, las etapas de Zephyr como bebé, no volverían a repetirse. Y claro que daría todo por tener a Zephyr ya mismo, para no perderse otra hermosa época de su hija.

Y es que, si Astrid volviera, ¿sería así? ¿Esperando a que la perdone? ¿Qué le abra los brazos y le diga que todo está olvidado? Porque, si así fuera el caso, pudo haberle evitado todos estos años escasos de felicidad, de luz, de paz interior.

¿La perdonaría?

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Capítulo súper corto, el más corto de la historia XD. Pero no les metería relleno innecesario uwu

Mis capítulos son cortos, generalmente, porque no me gusta llenar de muchas palabras un solo capítulo a menos que lo requiera. Imaginación me alcanza, y mucha, pero prefiero que todo sea más conciso y organizado.

Sigan aprovechándome porque ya pronto entraré a la prepa :'v bien sad. Y pues espero poder actualizar estos tres días libres que me quedan. 



Mujeres en tiempos vikingosWhere stories live. Discover now