𝐂apítulo ⅩⅤⅠⅠⅠ: cosquillas en la mejilla

1K 80 141
                                    

Haber presenciado aquello fue como un balde de agua fría.

Es decir, esperaba que algo como esto pudiera pasar. Era posible. Pero verlo en carne propia fue totalmente difícil.

Tragó saliva. No sabía cómo confrontar esto. En definitiva, ponerlo incómodo no estaba en sus planes.

—Yo... —trató de hablar, pero fue imposible. Había un inmenso nudo en su garganta que no la dejaba seguir.

Pero como toda una vikinga, fuerte y audaz, continuó sin derramar una sola lágrima.

—Liv, retírate, por favor —le ordenó, seriamente.

La castaña estaba por replicar, pero Hiccup le regaló una mirada amenazadora. Y no le quedó más que acatar la petición del jefe.

—Astrid... —pronunció, mientras su mano se acercaba lentamente a ella.

Estúpido. Cómo pretendía tocarla después de lo que ella vio. Pero Hiccup estaba siendo impulsado, generando un movimiento involuntario.

— ¡Mami! ¿Dónde te metiste? —una vocecita sonó entre los arbustos.

Un par de pasos comenzaron a aproximarse. Sus ojos verdes comenzaron a tomar un brillo único. Fue sumamente notorio, porque Astrid lo percibió de inmediato.

La infanta salió de los arbustos. La sonrisa de Hiccup no tardó en mostrarse. No obstante, ver a Daven tras la pequeña, le dio un sentimiento muy extraño.

Un anormal ardor estomacal. Su rostro comenzó a tornarse un tanto rojizo. Y la rubia lo conocía como nadie.

Hiccup podía no saberlo, o hacer como que no sabía. Pero ella no tenía dudas de que estaba celoso.

Cuando las miradas de ambos pudieron profundizar, el ambiente estaría por cambiar a algo más tenso. Pero Hiccup no permitiría esto por ningún motivo.

Ignoró el hecho de que Daven estaba ahí, para agacharse a la altura de Zephyr y tenderle su mano.

La niña, con toda la confianza del mundo, suspiró feliz. Mostraba sus dientes como nunca antes la había visto. Dejó al descubierto su tierna falta de un diente.

Hiccup había extendido la mano, dejándola plana, como cuando quería darle la confianza a un dragón. Por parte de Zephyr, ella tomó la palma de Hiccup, con ambas manitas.

La empezó a analizar con detenimiento, como si tuviera una piedra preciosa en sus manos. Pero, nada de eso, era la mano de su padre. Y la pequeña castaña pasaba sus diminutos dedos suavemente sobre la palma de Hiccup, memorizando cada una de sus huellas digitales.

Inevitablemente, una lágrima se asomó por el ojo derecho del líder. De pronto, para Astrid, había desaparecido por unos segundos la imagen anterior de Hiccup besando a otra mujer.

En estos momentos, solo podía retener esta tierna imagen, algo que por años codició. Sus ojos estaban humedecidos, al borde del llanto, pero se tenía que mantener fuerte, ruda; lo que siempre ha sido ella. Aunque deseaba arrinconar aquel panorama, no podía pretender que nada pasó.

Hiccup estaba en un completo shock. De pronto, el mundo había desaparecido y solo era él y la chiquilla. Con sus manos, nuevamente, tocó el rostro del mayor, carcajeando.

»—Me gusta tu barba —sonriendo, acariciándole el casi nulo vello creciente de la barbilla —. Me hace cosquillas.

No había felicidad más grande que la que en estos momentos estaba conociendo. Absolutamente nada.

Francamente, no sabía que responder, cómo actuar, qué demostrar. Estaba inmensamente contento y toda esa emoción estaba contenida. Quería sacarla, pero no encontraba de qué manera.

Mujeres en tiempos vikingosWhere stories live. Discover now