𝐂apítulo ⅩⅩⅩⅠⅤ: con que cosquillas, ¿ah?

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Yacían en el acogedor y caliente cuarto del castaño. La chimenea irradiaba luz y un hermoso calor necesario.

Hoy habían celebrado el Snoggletog de la manera más eufórica posible. Incluso, algunos seguían celebrando y bebiendo allá afuera. Pero Astrid quería descansar.

Hiccup había envuelto un hacha especial que había hecho hace años. Este sería el regalo de aniversario que le daría a la rubia como muestra del enorme amor que le tenía. Y lo conservó cerca durante un año, con la esperanza de que ella volviera algún día.

Y no lo hizo. Esa hacha terminó en la herrería de Berk. Pero ahora estaba aquí.

La rubia comenzó a quitarse la trenza que recogía parte de su cabellera. Su cabello largo ahora estaba ondulado y suelto. Y sus mejillas enrojecidas por el frío que cogió afuera.

—Astrid. —llamó su atención.

Le tendió con nerviosismo este valioso obsequio. El castaño estaba ruborizado. Era el primer regalo que sellaba el perdón y la unión. Después de este presente, esperaba que Astrid le diera la oportunidad de conseguir su confianza. Y por supuesto, su amor. Pero el amor puro. Ella amaba al Hiccup que conoció. Y el recuperaría a ese Hiccup.

—Hiccup... —Tomó esto con suma delicadeza.

—Anda. Ábrela. —Le sonrió. Ella con emoción inició rompiendo el papel. Una perfecta hacha afilada y brillante se dejó divisar.

Hacía tanto que no tenía una de estas fieles amigas en sus manos. Eran parte de ella. Pero el señor Aran nunca le permitió portar armas por ser mujer, ya que, no "sabría" manejarla.

Ella dio muchas vueltas y brincó de la emoción, abrazando del palo su nueva hacha. Esto alarmó a Hiccup por su embarazo. Pero a su vez, no pudo evitar sonreír. Esta era su Astrid. Podía estar embarazada, pero jamás dejaría de ser ella. Con Zephyr era igual. No dejaba de ser activa. No dejaba de entrenar ni de intentar ser productiva.

La mujer estaba tan feliz. Era una ilusión que invadía todo su cuerpo y ahora sus impulsos la manejaron. Astrid corrió hacia el castaño y se impulsó. Había terminado abrazada al cuello de Hiccup, mientras él la había cargado.

—Oh, yo lo siento. —Se disculpó, bajándose de Hiccup y volteándose para que éste no notara su sonrojo.

—No, no. Me alegra que te haya gustado. —Le sonrió.

Astrid ya había puesto sus ojos en él, otra vez. Por unos instantes, esa pena que antes sentía, ahora se estaba desvaneciendo.

Él se veía feliz. Parecía pleno. Como si sus objetivos se estuviesen completando. Ahora se veía seguro de sí mismo. Ese destello en sus ojos verdes volvió y eso la estaba matando interiormente.

Por supuesto que su dolor aún no se iba. Ella sabía que había sido víctima de un hombre que cree que por ser el sexo "fuerte" podía usarla a su antojo. Que podía tratarla como objeto, que solo podía servir para gozo sexual.

Claro que todo eso aún estaba ahí. Pero cada que estaba con Hiccup, raramente, desaparecía. Nada existía en esos momentos, más que ellos.

Y tenía que disfrutarlo ahora. Ahora que sentía que era él otra vez.

Sus impulsos ya eran dueños de ella. Tan solo se lanzó a él y tocó con ansiedad aquellos labios que con anhelo esperó. Y él no estaba bajo efecto de ebriedad. Hiccup estaba ahí, viviendo el momento con ella.

Tenía tantas ganas de estar con él. De sentirlo. Alterada, lo ayudó a retirarle la camisa y continuó con un camino de besos hasta su oreja. Necesitaba encenderlo porque lo quería con ella ya.

Mujeres en tiempos vikingosWhere stories live. Discover now