𝐂apítulo ⅩⅩⅠⅠⅠ: mejor como humano que como héroe

943 68 20
                                    

Estaba desbordando en un llanto desgastador, que el pelinegro se vio preocupado pensar que Liv se podía deshidratar de tanta lágrima que estaba derramando por segundo.

Su llanto estaba incontrolable y tan solo abrazaba sus rodillas, sentada en el piso, pensando en la imagen que ella había observado y lo mucho que le dolía.

Estaba irritado. Caminaba de un lado a otro, tratando de controlarse como lo hubiera hecho si Astrid fuera la que estuviera en tamaño diluvio de lágrimas. Lo intentó, de verdad que lo intentó, pero ya estaba exasperado y los podían encontrar.

— ¡Por los dioses! ¡Contrólate de una buena vez! —regañó, a lo que la castaña lo miró enojada.

— ¡Lárgate de aquí si no quieres oírme! —respondió, firme. Después, volvió a esconder su cabeza en sus manos —que estaban sobre sus rodillas— sin sollozar.

—Te acabo de salvar de un destierro inminente, malagradecida. ¿Perdiste la cabeza? —Se dirigió a ella —. ¡Ibas a aniquilar a una niña!

Ella frunció los labios, procurando no volver a llorar.

—Lo sé. Soy terrible —admitió, verdaderamente arrepentida —, pero odié tanto a su maldita madre por unos momentos que, sabía que nada le podría doler más que su hija.

—Es verdad. Astrid es increíble —Liv le fulminó con la mirada —. Por un momento, deja de ser una gata celosa. Astrid pasó por mucho y, pese a eso, sigue en pie.

— ¡Me importa un bledo! —alzó la voz, arrojándole una roca —. Ella lo prometió... —musitó, divisando a la nada.

—Prometer, ¿qué? —interrogó, confundido.

—Ella dijo que no se metería con él —Se ocultó más en sus rodillas —. Ella dijo que lo dejaría libre. No lo hizo, ahora los vi... —Recordó, pero siquiera pudo continuar sin que la boca se le secara.

— ¿Intimando? —cuestionó, temeroso. A lo cual, ella tan solo movió su cabeza de arriba para abajo.

Un suspiro de frustración salió de sí. Daven no se había dado cuenta en la forma de cómo se sentó, aventando su cuchilla lejos, derrotado.

—Un momento, ¿la amas? —Abrió los ojos grandemente, percatándose de las posturas del sujeto de ojos azules, bajas, tristes, similares a como ella se siente.

—Por supuesto que no —evadió, en cierta parte. Liv negó, pues no se tragaba ese cuento —. No la amo. Pero me gusta cómo me siento cuando estoy con ella. Por eso mi temor a que ella regrese con Hiccup...

—Entonces, ¡haz algo! Enamórala. Qué sé yo.

—No comprendes. No es fácil. Estoy en una situación comprometida —Rodó los ojos, ante la seguridad de ella —. Necesito que ambos estén locos el uno por el otro. Al menos, que Hiccup sea capaz de amarla tanto como para decidir entre la vida de ella o de otra... cosa —meditó, tratando de no brindarle información extra.

— ¿Eres un marginado?

—No.

—Entonces, ¿un rebelde?

—Oh, por Thor. Claro que no.

—Un... ¿cazador de dragones?

El pelinegro tragó en seco, pero procuró no hacerlo evidente.

—Cállate. No hagas preguntas. Ni somos amigos —dijo, hostilmente.

—Eres un misterio, Daven —confirmó, con una sonrisa —. Me caes mejor sabiendo que no eres la mosquita muerta que aparentas.

Mujeres en tiempos vikingosWhere stories live. Discover now