Capítulo 8 🦋

106K 12.2K 3.3K
                                    

Luca

Llamé a mis hombres para que se encargaran del cadáver en la silla. Alayna limpió sus manos con un pañuelo como si nada hubiera pasado. Algunas personas se estremecerían, pero ella ni siquiera pestañeó cuando mató a ese infeliz. ¿Y sus palabras? Había promesas de violencia y lujuria en cada una de ellas. Era la tormenta que necesitaba el desierto de mi vida. Era desquiciada e incontrolable. Sería mi perdición, no tenía ninguna duda.

—Es irónico —comenté—. Odio la sangre, pero siempre quise ser médico.

Se mofó.

—Es lo más ridículo que escuché en mucho tiempo.

—Prefiero ver la sangre en otras circunstancias.

Sus caderas se balanceaban con cada paso mientras se acercaba. Mi pecho se encogió con anticipación cuando se detuvo frente a mí.

—¿Ejemplo?

—En un quirófano.

Una sonrisa burlona crispó sus labios.

—No puedes ser médico cuando ya te ensuciaste las manos. Es estúpido y poco ético.

—No tuve elección.

—Pudiste luchar.

Agarré su muñeca, apretándola contra mí.

—¿Tuviste la opción de luchar cuando fuiste capturada por esa organización?

—Sí, muchas —dijo, sorprendiéndome—. Pude huir, pero no quise afrontar las consecuencias. Siempre hay opciones, príncipe.

Se apartó de mi cuerpo y tiró el pañuelo al suelo. Ella era un enigma. Su alma oscura era contradictoria con su hermoso exterior.

—¿Crees que la opción de huir no pasó por mi mente? Estaría muerto antes de intentarlo.

—La opción sigue ahí.

—No soy idiota.

—Es tu elección.

Ella estaba presionándome, pero no caería en su sucio juego. Prefería concederla la última palabra con tal de salir de ese lugar. Odiaba el olor de la muerte. Quería darme un baño y olvidar ese día.

—Disculpen si interrumpo algo—Gian entró en la bodega—. Los soldados se harán cargo de la basura.

Liberé un suspiro fatigoso.

—Perfecto, ya no soporto verlo.

Siempre había sido del tipo que solo se ensuciaba las manos cuando era necesario. La mayor parte del tiempo permitía que mis hombres o Gian se hicieran cargo. No quería que matar se convirtiera en un hábito vicioso. Estaría más que perdido.

—La diversión está a punto de comenzar —informó Gian mientras los soldados entraron con una gran bolsa para llevar el cadáver y limpiar cualquier evidencia—. Aposté por nuestro chico: Ryland.

—Él siempre gana.

—Y tendremos miles de euros en nuestros bolsillos.

Alayna encendió un cigarro y le dio una calada. Los hombres envolvieron el cuerpo con rapidez y después se retiraron. Probablemente lo quemarían con ácido para que no quedara nada. De cualquier manera, no quería conocer los detalles explícitos ni pensar en que tenía una familia esperándolo.

—Hoy tengo un poco de éxtasis y ácido —dijo Gian—. La mejor calidad.

La noche anterior me había sentido relajado, sin preocupaciones. Quizás...

Belleza Oscura [En Librerías]Where stories live. Discover now