Capítulo 37 🦋

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Luca

El atuendo de Alayna era una armadura. Cada centímetro de su cuerpo estaba cubierto de cuero. Llevaba el cabello atado, botas de combate y chaleco antibalas. No podía dejar de mirarla. ¿Era un sueño? Porque no quería despertar nunca. Los días que había pasado encerrado en esa celda veía su rostro. Ella aparecía en mis alucinaciones como un ángel vengador. Ahora la tenía justo frente a mí.

Sostuvo una metralleta y aniquiló a los soldados que trabajaban para mi padre. Sus municiones parecían ser infinitas. Ella era una diosa de la guerra y la destrucción. Estaba matando a todos. Por mí.

Tiró de los pasadores de las granadas, lanzándolas en la habitación. Algunos hombres corrieron por sus vidas, aunque era demasiado tarde. La explosión arrasaba con todo. La enorme pared de fuego resplandeció, cegándome y tirándome al suelo. Varios pedazos de cuerpos volaron a mi alrededor. Me cubrí con el antebrazo mientras el incesante humo entraba a mi nariz, robándome aire.

Era un caos.

El polvo se asentaba, los soldados de mi padre parecían muñecas rotas esparcidas en el suelo. Las llamas brotaron y se enroscaron por las paredes, arrastrándose por el salón y consumiendo todo. Varios hombres quedaron atrapados entre los escombros que cayeron. Sus gritos de dolor eran una hermosa sinfonía para mis oídos.

Cada culpable obtenía lo que merecía. Yo presentía que los traidores morirían esta noche. Hermoso. Alayna apareció entre las llamas, peleando como una guerrera. Aplastaba cabezas, apuñalaba y acribillaba. Esa mujer acababa de desatar el infierno por mí. Era mía. Toda mía.

Me puse de pie débilmente, sintiendo el dolor en mis huesos con cada movimiento. El impacto de las granadas me había lastimado bastante.

—¡¡Luca!!

Vi a mi madre tendida en el suelo, pidiendo ayuda. Mis latidos se aceleraron, sacudiendo mis huesos. Algunos hombres pasaban encima de ella, desesperados por escapar del caos. Sentí que mis ojos se abrían de par en par antes de que el horror absoluto me golpeara. Tenía que llegar a ella y salvarla. ¿Dónde demonios estaba mi padre? ¿La había abandonado? ¿Había huido? Carlo, en cambio, mantenía a su hija cerca de él, luchando contra Fabrizio. Su batalla era estúpida, no había probabilidades de que ganara. Menos con varios soldados uniéndose a Alayna y mis primos.

Me acerqué a Madre, sosteniendo mis costillas, pero en ese instante, Gregg se abrió camino a gran velocidad y golpeó mi cabeza brutalmente contra la pared. La sangre brotaba sin control de mi nariz y me mareé al instante por el asalto inesperado. Las manchas negras aparecieron y desaparecieron. Perdería el conocimiento pronto.

—¿A dónde crees que vas, niño bonito? —Se rió—. Tú y yo aún no terminamos. ¿Pensabas irte sin recibir tu merecido? Prometí que te haría gritar como a la puta de Berenice.

Estaba aturdido, mi cráneo palpitaba y mi cuerpo no respondía. Mientras me sujetaba contra la pared, fingía que no daba pelea, pero en realidad mis manos agarraban el cuchillo que guardaba en la cintura de sus pantalones.

—¿Recuerdas a Sienna? —continuó con sus burlas—. Tu padre me la cedió para que pueda divertirme con ella a mi antojo y después la maté.

Tenía los pulmones apretados, las mejillas mojadas y la fría tristeza me invadía. Sentí que algo dentro de mí se rompía. Pensé que Sienna podría tener un final diferente. Siempre un soñador, Luca.

—Te mataré—balbuceé.

Cuando volvió a agarrarme del cabello, reaccioné y lo apuñalé en el estómago. Gregg se alejó, maldiciendo entre dientes, pero no lo solté. Empujé la hoja más profundamente y lo derribé a mis pies. Debió ver la mirada enloquecida en mis ojos porque trató de huir.

Belleza Oscura [En Librerías]Where stories live. Discover now