Capítulo 41 🦋

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Alayna

Llegamos intactas a la mansión Vitale. Eloise lloró durante todo el camino y me costó tranquilizarla. Le prometí que compensaría cada mal rato que le había hecho pasar, aunque sabía que era una mentira. Tenía que encontrar el modo de mantenerla a salvo. No sería posible hasta que Leonardo estuviera muerto.

Amadea nos recibió con mantas y chocolate caliente.

—Gracias, Amadea—Le sonreí, acurrucándome más en el sofá. Yo tampoco podía tranquilizarme. No cuando Luca estaba fuera de la casa y nada había sido resuelto entre nosotros.

Eloise a mi lado seguía tensa y desconfiada a pesar de que intenté explicarle que Luca era un buen hombre y le permitiría quedarse aquí. Estaría mejor que en su vieja casa.

—¿Necesitan algo más? —preguntó Amadea amablemente.

Negué, bebiendo un sorbo de chocolate.

—¿Sabes dónde está Luca?

—Visitando a su madre en el hospital —respondió—. Hoy regresará tarde. Escuché que irá a una reunión organizada por el gobernador con su tío Eric.

Una extraña sensación me abordó. Desconfiaba de Eric y tenía un mal presentimiento sobre él. La forma en que me miraba no me gustaba en absoluto. Cuando Luca estuvo internado en el hospital tomó las riendas de la organización e impuso sus deseos sobre mis sugerencias. Me recordaba a Leonardo en ciertos aspectos, aunque se mostraba amable, atento y comprensivo. Era un hipócrita.

Amadea se retiró y mantuve la mirada distante. Sabía lo que vendría pronto. Muchos esperaban que Luca siguiera ciertas tradiciones como su difunto abuelo. Eso implicaba un matrimonio, esposa perfecta, hijos... Una imagen intachable que ayudara a mantener las apariencias.

—¿Alayna?

La suave voz de Eloise apartó mis pensamientos tóxicos y la miré con un nudo en la garganta. Su cabello rojo seguía húmedo y sus ojos hinchados de tanto llorar. No tendría que haberme acercado a ella. La había condenado por culpa de mi egoísmo.

—¿Realmente estaré bien aquí? —cuestionó—. Me trajiste a la casa de mi jefe.

—Luca entenderá la situación—musité—. Él nunca te echaría a la calle, confía en mí.

—Es tan vergonzoso.

—No deberías estar avergonzada, su padre quiso matarnos.

Mierda, no debía haber dicho eso. Sus ojos se abrieron de par en par y se aferró a las mantas con más fuerza. Me maldije por milésima vez. ¿En qué pensaba cuando decidí acercarme a ella? Disfrutaba su compañía y me hacía bien, pero no valía la pena si la asesinaban.

—Yo... no podré lidiar con esto—aceptó.

La tristeza se apoderó de mí porque no quería tener estas últimas imágenes de ella: asustada e insegura. Sabía que debía alejarme por su bien.

—No será para siempre. Confía en mí, por favor. Sé que nada borrará el miedo, pero te aseguro que no volverás a sentirte así cuando todo termine. ¿Bien?

Asintió con lágrimas en sus ojos.

—Lo lamento, yo... nunca había vivido algo así.

La tranquilicé con una mano en su hombro. El temblor que percibí en su cuerpo me confirmó que ella era una criatura demasiado pura. Nunca podría encajar en mi mundo.

—No te disculpes por decirme cómo te sientes. Estoy aquí, Eloise. Te mantendré a salvo.

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Belleza Oscura [En Librerías]Where stories live. Discover now