Capítulo 35 🦋

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Luca

No me ofrecieron comida, tampoco agua. Me vi obligado a hacer mis necesidades en una esquina. Se suponía que estas basuras debían ser leales a mí, pero no pretendían respetarme. Me sentía humillado.

Los sollozos de Berenice seguían en mi cabeza como una vieja película de terror. Pensé en las chicas, sobre todo, Yvette. ¿Y si algún degenerado las tocaba? Me estremecí ante el pensamiento, nunca había deseado tanto una revancha. Se convirtió en un asunto personal.

Durante años evité ser como ellos. Intenté hacer las cosas bien y puse lo mejor de mi para ser diferente. ¿De qué sirvió? Ser bueno no me ayudó en nada. Al contrario, mi ingenuidad y la fe que tenía en algunas personas me habían traído a estas circunstancias. Alayna me advirtió. Si quería combatir a los monstruos debía convertirme en uno.

La puerta se abrió y me preparé para las burlas de Carlo, pero era un hombre desconocido. Tenía el cabello oscuro al igual que sus ojos. Sostenía un plato con un sándwich y una botella de agua. Me estaba muriendo de hambre, pero mi orgullo se negaba a comer un bocado.

—Señor Vitale —dijo con amabilidad—. Le traje su cena.

Las luces se encendieron y parpadeé un par de veces hasta que mis ojos se acostumbraron. No tenía la mirada hostil ni la típica sonrisa burlona que la mayoría de los hombres de ese lugar. Incluso parecía triste por mi condición. Lo último que necesitaba era su lástima.

—No tengo hambre—mascullé en tono seco y distante—. Puedes irte.

Miró sobre su hombro y se acercó cuando se percató que nadie estaba viéndonos. ¿Por qué actuaba tan raro? ¿Por qué no se reía de mí como cualquiera de ellos?

—Entiendo que estás en la etapa dónde todo te importa una mierda, pero evitar la comida no te servirá de nada —dijo, olvidando las formalidades—. Levanta la frente y sigue luchando. No desperdicies energía, esto terminará pronto.

La repentina conmoción que provocaron sus palabras hizo que mi cabeza se moviera bruscamente hacia él.

—¿Quién eres? —inquirí—. ¿Cuál es tu problema?

Se puso de cuclillas y me tendió la botella de agua. Dudé un segundo, pero lo acepté. Me costó moverme y respirar debido a las costillas magulladas. Era como un animal herido e indefenso.

—Estoy aquí para ayudarte —Miró de nuevo la puerta—. No hay manera de que logres salir ahora, deberás esperar hasta el sábado.

Solté un aliento y destapé la botella de agua. Mi boca estaba seca y mi garganta áspera.

—¿Y cuál es tu interés?

—Pronto lo descubrirás. Mi nombre es Fabrizio Brambilla.

¿Brambilla? Su nombre me sonaba de algún lado y cuando lo deduje puse una distancia entre ambos.

—Eres soldado de Carlo. No confiaré en alguien que trabaja para ese bastardo.

Sonrió.

—¿Tampoco si te digo que tus primos y tu mujer vendrán por ti? —Dejó el plato de comida en el suelo—. Te veo el sábado, Luca. Mantén la frente en alto y come.

Una pequeña chispa de esperanza se encendió en mi pecho porque él mencionó a mi mujer. Alayna. Mi mariposa negra.

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Alayna

Gian me abrió la puerta con una sonrisa e hizo un ademán para que entrara. El apartamento que compartía con Liana y Luciano era moderno. Un pent-house ubicado en un alto edificio con paredes de cristales que me enseñaba la ciudad de Palermo.

Belleza Oscura [En Librerías]Where stories live. Discover now