Capítulo 33 🦋

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Alayna

Fallé.

Por primera vez en dieciocho años fallé en la misión más importante de mi vida. Creí que Ignazio podría ayudarnos y arriesgué a Luca. No debí alejarme de él, no debí perderlo de vista. Esto era culpa de mi incompetencia. El viejo Vitale hizo algo en contra de su hijo. Fue un gran movimiento mientras yo estaba lejos del juego. Y Carlo seguía vivo.

Tenía las manos casi en carne viva de lo fuerte que apretaba el volante. Él estaba solo y a disposición de los monstruos. Lo siento tanto, príncipe... Te encontraré y mataré a todos aquellos que te hicieron daño.

Estacioné el auto sin mucha paciencia de regreso en la mansión Vitale y encendí un cigarro. Leonardo era el único que podría darme respuestas. No me importaba meterme en la boca del lobo. A estas alturas solo quería encontrar al príncipe.

Le di una larga calada mientras observé a los soldados que custodiaban la casa. Ellos se rieron, confirmando lo que ya sabía. Un rifle fue apuntado hacia mi cara.

—Eres más estúpida de lo que pensé, rusa—Se burló el guardia —. No podías ser hermosa e inteligente al mismo tiempo.

No parpadeé ni emití una reacción. No tenía tiempo para tonterías.

—Dime dónde está el Don y perdonaré tu vida.

Nos miramos fijamente antes de que él estallara en carcajadas. Su compañero mantuvo una distancia adecuada sin soltar su arma. Sabía que no era prudente provocarme. Hoy no era un buen día y no me contendría. Mi poca paciencia estaba terminando.

—No estoy autorizado a responder esa pregunta, pero lo haré —Se lamió los labios y arqueó una ceja—. Sus días como Don han terminado. El Capo ordenó que te lleváramos a él en caso de que vinieras. Te está esperando en su oficina. Tal vez puede darte la ubicación que buscas.

Enfilé la puerta sin dudar ni un segundo. Escuché el fuerte silbido del soldado mientras miraba mi trasero enfundado en el pantalón de cuero.

—Dudo mucho que Vitale se deshaga de ti —comentó entre risas—. Ese culo y esas tetas no deberían ser desperdiciados. Tienes un lugar reservado en el prostíbulo.

Sus palabras detonaron la dinamita que estaba tratando de contener. Exploté. Me lancé hacia él, conectando mi puño con su boca y su nariz. No lo vio venir. El sonido de mis nudillos contra sus huesos llenó el aire. Perdería un par de dientes después de ese golpe. Se estaba ajustando la nariz cuando le di una patada en el estómago y lloriqueó.

—¡Perra loca! —gimió—. ¿Qué demonios crees que haces? Te mataré, el Don no está aquí para defenderte.

Resoplé.

—No necesito que nadie me defienda, imbécil.

Trató de devolverme el golpe, pero lo esquivé con una risita. Él se mantuvo de pie, balanceándose con dificultad mientras la sangre caía a raudales de su nariz. Pobre diablo perdedor.

—Denis, para con este juego —Le advirtió su compañero, apuntándonos con el rifle—. El Capo la quiere viva.

Mi último ataque en la entrepierna hizo que el imbécil cayera al suelo, mareado. Rodó para quedar en posición fetal mientras me ubicaba delante de él. Mi cigarro seguía encendido así que tomé una nueva calada antes de hablarle.

—Nunca subestimes a una cara bonita, idiota.

La sangre cubría sus mejillas y empapó su camisa.

—Jódete.

Belleza Oscura [En Librerías]Where stories live. Discover now