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Emanuel.

Pego mi cara en el volante mientras la veo hablar con el dueño de un salón desde lejos. Esta vez no tuve que bajar del auto, puesto que ella tenía que verificar algunas cosas antes de que yo viera el interior del lugar.

Hace dos horas que estamos dando vueltas y, para ser sincero, no me gustó ni un solo salón. Sé que mi padre es muy estricto con los ambientes y estoy seguro de que no habría elegido ninguno tampoco. Debo admitir que estar con ella no es tan irritante como pensé, pero no estoy de humor debido a lo que me sucedió anoche.

Cuando fui a casa de Ramiro con el único objetivo de salir a pasarla bien y conseguir alguna chica para pasar un rato, me encontré con la peor faceta de mi mejor amigo. Su novia lo dejó y solo quiso llorar, jugar videojuegos y hablar de lo mucho que la amaba. ¡Por Dios! Yo solo le decía que salir iba a distraerlo, pero no me hizo caso, así que no me quedó opción que quedarme a hacerle compañía. Y bueno, por algo soy su amigo.

Dormí extremadamente mal y me levanté con un humor asqueroso, así que ahora estoy a punto de dormirme mientras espero a Merluza. No puedo evitar mirar sus piernas descubiertas con ojos masculinos, está bien, soy un baboso, lo admito. Y pensé que no era así, creí que no me dejaba llevar por el físico de una mujer, pero supongo que me equivoqué. Soy un ser despreciable y me estoy convirtiendo en mi hermano, ¡esto no me puede estar pasando!

Por la actitud que está teniendo, noto que se está peleando con aquel hombre. Me enderezo en el asiento con el ceño fruncido, intentando leerle los labios para entender el porqué, pero soy malísimo para esto así que me rindo a los dos minutos.

No doy crédito a lo que veo cuando observo que lo escupe y vuelve a dirigirse al auto con expresión irritada, entrando dando un portazo. La miro con enojo.

—Me vas a romper el coche —le digo. Ella suspira y susurra una disculpa—. ¿Qué pasó?

—El idiota del dueño no me deja entrar al salón para verlo porque, según él, necesita que un hombre me acompañe para demostrar que el salón se va a usar como evento empresarial. ¿Ese tipo no sabe que las mujeres también pueden ser empresarias? Siglo veintiuno y todavía cree que un evento empresarial es solo de hombres, estúpido. —Se cruza de brazos y bufa. Yo intento contener una carcajada y niego con la cabeza.

Admito que cuando está enojada se ve tierna, con los cachetes inflados y colorados, la respiración agitada y ojos furiosos. Es una especie de Osito cariñosito versión satánica.

—¿Entonces qué hacemos? ¿Nos vamos o bajo con vos para demostrar que...? —Me dirige una mirada cargada de rencor y me callo—. Está bien, dame la dirección del siguiente lugar.

Arranco el coche en cuanto me la dice y conduzco hasta allí. Tenemos unos veinte minutos de viaje y por ahora todo está en absoluto silencio. Ella mira por la ventanilla mientras mueve su pierna con nerviosismo y aprieta el peluche con fuerza. Yo intento buscar algo inteligente para decir, pero mi mente está completamente apagada a causa del sueño, así que prefiero mantener la boca cerrada para no soltar incoherencias.

Admito que me sorprende que esta chica no esté hablando, tenía la impresión de que era bastante charlatana e insoportable. Quizás es de esas que no hablan hasta que toman confianza o conmigo está siendo respetuosa porque soy su cliente. La miro de reojo y suspiro.

—¿Estás bien? —decido interrogar. Ella se sobresalta, como si se hubiese olvidado que tenía compañía, y asiente con la cabeza rápidamente.

—Sí, solo estoy pensando. Y estoy preocupada.

—¿Puedo saber porqué?

—Porque tengo miedo de no encontrar un salón. —Se encoge de hombros y resopla—. Sinceramente, ya vamos viendo cinco y ninguno te gustó. El siguiente es la última opción, al menos hasta que consiga otros, y eso me pone nerviosa.

Un flechazo (des)organizadoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt