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Andrés.

Mi hermano pasa como alma que se la lleva el diablo por la sala, ni siquiera se da cuenta de mi existencia ni de que me estoy comiendo su helado acostado en el sofá. Algo le habrá pasado y solo estoy casi seguro de dos cosas: al fin aceptó que le gusta Merlina, o... bueno, creo que aceptó que le gusta Merlina, porque no creo que nuestro padre ya se haya enterado de su secreto.

Escucho el agua de la ducha y asiento con lentitud mientras suelto una risa por lo bajo. Creo que quedó caliente con la organizadora y lo único que lo puede salvar es una autosatisfacción en la ducha... me dan arcadas de solo pensarlo.

Antes de que me vea y se la agarre conmigo, decido volver a guardar el pote de helado en el freezer, aunque esté vacío. De todos modos, cuando se dé cuenta de que me lo comí ya no estaré acá. Eso espero, o su furia contra mí sería terrible. Quizás debería ser un buen hermano y comprarle un kilo más, pero... ¿de dónde saco?

Camino de puntitas de pie hacia la salida, pero su voz me detiene.

—Andrés —me llama. Giro lentamente con una sonrisa inocente. Tiene el cabello mojado, el torso desnudo y una bermuda de gimnasia. Como envidio su belleza, siempre hay un hermano lindo y un hermano feo. Lo bueno es que al menos yo soy el hermano talentoso y gano por ese lado.

—Hola, hermanito —digo manteniendo mi sonrisa, ya se me empieza a acalambrar la mandíbula de tanto fingir—. ¿Cómo fue tu día? ¿Pudiste hacer todo lo que querías con la señorita Ortiz? —cuestiono con doble sentido. Bufa y se frota los ojos.

—No, no pudimos hacer todo, así que espero que a partir de mañana te pongas las pilas y cumplas con tu trabajo, que para algo firmaste ese papel. No quiero saber más nada de esa chica, a partir de ahora te encargas vos de ella, ¿está claro?

—¿Qué pasó? —inquiero con preocupación, está tan serio que me da la sensación de que realmente está cansado de ella.

—Nada, solo que está loca y no me interesa tratar con gente así. En fin, me voy un rato al gimnasio, necesito despejarme un poco.

Frunzo el ceño mientras lo observo salir poniéndose una camiseta. Esto sí que es raro, jamás lo vi de esta manera. ¿Le habrá hecho algo esa chica o simplemente él tiene miedo a enamorarse? Chasqueo la lengua y suspiro tirándome nuevamente al sofá.

No tengo nada qué hacer, simplemente mirar el techo y tararear canciones. ¿Cómo decirle a mi hermano que no tengo absolutamente nada? ¿Que perdí todo y que la llamada de esa muchacha fue lo que me sacó de mi pozo?

Mi banda ya no existe, mi fama ya no existe, mi dinero ya no existe y el mundo irreal en el que vivía ya se esfumó.

—Andrés, bienvenido al mundo real —murmuro para mí mismo.

¿Cómo fue que perdí todo? Bueno... digamos que cuando te la pasas en un escenario todos los días, con dinero para gastar sin saber en qué... empiezan a meterte ideas en la cabeza. Te juntas con extraños, te metes en su mundo sin tener idea de qué están haciendo.

La cantidad de mujeres con las que he estado no es nada comparado con el dinero que aposté en los malditos sótanos de juego ilegal. No es nada comparado con la droga que me estaba metiendo. Lo único que agradezco de haber perdido todo es que sin dinero, no tengo manera de continuar con mi adicción. La pasé mal, sufrí la época de abstinencia y sigo trabajando en ello, pero de algo se aprende. Y quizás el volver con mi familia me ayude a tomar un nuevo camino.

Quiero seguir cantando, pero lo voy a tomar con tranquilidad. Por ahora pienso subir algunos covers de canciones a mi canal de YouTube, quizás sirva para tener algo de trabajo. Carajo, ni siquiera puedo comprarle ni medio kilo de helado a mi hermano menor. Y para colmo, lo que él toma siempre es más caro por culpa de su maldita intolerancia a la lactosa.

Un flechazo (des)organizadoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon