Epílogo

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Emanuel.
No puedo creer lo que siento cuando la observo con ese vestido frente a mí. Está realmente hermosa, mucho más de lo que imaginaba en sueños. Tiene sus manos temblorosas y respira hondo antes de mirarme con una sonrisa tímida. Tengo unas ganas terribles de abrazarla y besarla, pero eso no voy a poder hacerlo hasta el final de la ceremonia.

Quiero decirle algo, pero mi amigo me mira con nerviosismo y vuelve a atraer mi atención.

—¿No debería entrar ya? ¿Se habrá arrepentido? —cuestiona secándose la frente empapada de sudor.

—Tranquilo, si está Merlina acá es porque Vale está a punto de entrar —lo tranquilizo.

Dicho y hecho, la puerta se abre de par en par para dejar pasar a la rubia, que se encuentra más linda que nunca. Es de imaginarse, este es su día y seguramente quiere verse lo mejor posible. Está agarrada del brazo de su padre y mira al frente con una sonrisa de oreja a oreja. Llegan al altar y el señor le entrega su hija a Ramiro con emoción. Los ojos de Merlina también se llenan de lágrimas cuando agarra el ramo que su amiga le da.

No logro escuchar nada de lo que dicen porque estoy completamente embelesado mirando a mi novia. Admito que me estoy muriendo de amor en este momento. Durante estos siete meses que estuvimos juntos no paré de demostrarle lo mucho que me encanta. Se lo demuestro dentro y fuera de la cama, aunque admito que me gusta mucho lo que pasa entre las sábanas, la sigo a todos lados y estoy seguro de que no podría estar sin ella, ya es parte de mí. La convencí para que viajemos juntos a Europa, aunque todavía no pudimos ir porque su amiga la contrató como la organizadora de su casamiento y estuvo los últimos seis meses como loca.

Admiro su dedicación al trabajo, el cómo trata a los demás y su forma de ser. Mi papá está contentísimo con ella, le enseñó a jugar al ajedrez y ahora, cada vez que se juntan, hacen una partida. Merlina ya le ganó bastantes veces y Ricardo la felicita con comida. Está comiendo tanto que se esfuerza el doble en el gimnasio, y eso juega a mi favor... sobre todo las sentadillas.
No puedo evitar sonreír y noto que me mira con interés. Le guiño un ojo y me dedica una sonrisa tierna. Decido prestar atención al intercambio de anillos porque seguramente que en las fotos voy a verme distraído y no quiero que parezca que esto no me importa. Quiero que el tiempo pase rápido para salir de acá, hace demasiado calor, ¿por qué tuvieron que poner fecha en verano?

Mi mirada vuelve a cruzarse con la de Merlina y mi corazón se acelera. Soy el hombre más feliz del mundo, me encanta muchísimo y creo que a ella también le gusto en serio. A veces me siento súper inseguro, después de todo, esta es la segunda oportunidad que me dio y no quiero desperdiciarla.

—Los declaro marido y mujer —dice el Padre—. Puede besar a la novia.

Y todos estallan en aplausos cuando la pareja principal se besa. Luego salen del lugar tomados de la mano y afuera los esperan algunos familiares con puñados de arroz para tirarle. Ahora entiendo porqué Merlina salió corriendo, está en primera fila tirándoles eso. Agarro un puñado que me ofrece y también tiro, aunque le cae todo a Ramiro porque justo Valeria se puso a abrazar a sus acompañantes. Felicito a mi amigo con un fuerte abrazo y palmeo su espalda.

—Ahora te toca a vos —comenta divertido. Me río y asiento con la cabeza mirando a la chica con la que espero casarme pronto—. A ver, ¿todavía no te le declaraste?

—¡No! No creo que quiera casarse conmigo todavía... Es pronto.

—¿Pronto? Vale y yo nos comprometimos a la semana de conocernos, y mira. —Me muestra el dedo con su anillo y una sonrisa victoriosa.

Estoy a punto de responder, pero sus familiares lo empujan y lo atraen hacia ellos para felicitarlos. Me acerco a Valeria y le doy un cálido abrazo antes de dirigirme a los brazos de mi novia. La beso un instante con lentitud, saboreando sus labios, y luego la acaricio con una sonrisa pintada en mi rostro.

Un flechazo (des)organizadoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ