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Merlina.

La que me faltaba, que el señorito esté de joda con su hermano y dos Barbies hermosas. Esto es un horror, ¿tan rápido se puede olvidar de nuestro beso? Bueno, es obvio, ni siquiera se preocupó en mandarme ni un mensaje, ¿qué le haría creer que le gustó? Sí, me besó de una manera espectacular, pero eso lo puede hacer con todas, ¿no?

—Eso puede hacerlo con todas, ¿no? —repito en voz alta mientras le muestro la foto que subió Andrés anoche a Valeria.

Estamos en mi habitación, sentadas en el suelo y con la espalda pegada a la cama, a punto de prepararnos para la cita doble que tenemos esta noche y, la verdad, es que tengo muchas ganas de ver a Juan Manuel, a ver si puedo olvidarme de Emanuel. Mierda, si incluso se llaman de manera parecida.

Mi amiga mira la imagen con el ceño fruncido y la nariz arrugada de asco. Emite un sonido de disgusto y me devuelve el celular.

—Es un idiota, Mer. Ambos Lezcano son idiotas, te lo dije desde un principio —dice empezando a sacar los cosméticos de su neceser y poniéndolos sobre la cama.

—¡Pero él se veía tan diferente! —exclamo poniéndome mi almohadón de peluche rosa sobre mi cara para desahogarme con un grito—. ¿Cómo pude haberme equivocado de esa manera? No debería haberlo besado, no puedo olvidarlo. ¿Qué hago, Vale?

—Nada, no podés hacer nada. Ahora vamos a salir, le vas a dar una oportunidad a ese tal Kinse, vas a ver qué onda y puede que te guste. Si ya me dijiste que él está loco por vos.

—Sí, estuvo mandándome mensajes toda la semana, pero es bastante pesado. Quizás lo que me gusta de Emanuel es que...

—¡Basta de hablar de Lezcano, Merlina! Concentrate en Juan Manuel, ¿está bien? —me interrumpe hastiada. Asiento solo para que se quede tranquila, pero en mi mente solo está el rubio.

—Se ve que es bueno, pero... no lo sé. Intentar olvidar a Emanuel con otra persona es como de traición —digo poniéndome de pie.

—Bueno, entonces él ya te traicionó. Acabás de ver la foto donde está con una tremenda rubia sobre sus piernas, ¿qué más pruebas que esas querés ver para darte cuenta, amiga? Ese tipo no te conviene. —También se para y saca su ropa de un bolso—. Ahora vamos a vestirnos o vamos a llegar tarde. Es mejor que nosotras esperemos a nuestros hombres a que nos esperen ellos.

—¿No es mejor al revés? —cuestiono arqueando una ceja.

—No, porque así les demostramos que nosotras somos puntuales y que nos hicieron esperar. Y quedan mal ellos, se sienten poco caballeros y para la próxima cita van a llegar a tiempo. —Me guiña un ojo y suelto una carcajada.

—Cierto, es mejor así —replico buscando un lindo vestido en el armario, aunque al final me pongo un mono negro con líneas violetas y blancas verticales.

—Sacate el corpiño —aconseja Vale. La miro como si estuviera loca—. Confiá en mí, te va a quedar mucho mejor. Tenés la espalda al descubierto y no queda lindo que se te vea eso, además, tenés un escote pronunciado. Haceme caso, tenés un cuerpazo, no te hace falta el sostén.

—Siempre me hacés sentir sensual —digo entre risas mientras me quito la ropa interior.

—Lo sos —replica sin pensarlo.

—Bueno, vos también. —Me acerco y le doy un beso en la mejilla y un súper abrazo—. Si fuera lesbiana serías mi primera opción.

—¡Qué halago! —expresa riéndose con fuerza—. Vamos, sentate que te maquillo. Te voy a dejar increíble.

Un flechazo (des)organizadoWhere stories live. Discover now