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Emanuel.

Bajo del avión y saludo a todos mis compañeros antes de entrar al aeropuerto. Tuve que hacer un viaje de seis horas y por suerte el clima está ideal para volar. Un par de azafatas me saludan con coqueteo mientras paso por su lado, a los que les dedico mi mejor sonrisa.

Estar en el aire me hace sentir libre, olvidarme de todo y... ¿ese es mi papá? Carajo, ¿qué hace acá?

Me tapo el rostro bajando la gorra de mi uniforme y paso por su lado agachando la cabeza, así no puede reconocerme.

—Estoy buscando al piloto Emanuel Lezcano —escucho que le dice a un guardia de seguridad. Estoy en el horno.

Camino más rápido, aunque intentando mantener la naturalidad. ¿Cómo se enteró que trabajo acá? Solo lo saben Andrés, Vanina y Ramiro... bueno, Rama el otro día le contó a Valeria, Juan Manuel y Merlina. Esos tres son sospechosos. Me da la sensación de que fue la organizadora para terminar de joderme la vida. Quizás pueda esconderme en el baño.

Estoy llegando cuando escucho su voz gritar mi nombre. Hago una mueca de derrota y giro lentamente para enfrentarlo, con la frente en alto, esperando una lista de insultos. Para mi sorpresa, me abraza. Frunzo el ceño y le devuelvo el gesto con algo de confusión.

—Hijo —dice agitado por correrme—. Tu hermano se descompensó, está en el hospital. Ahora está mejor, pero lo tienen en observación.

—¿Qué? ¿Qué le pasó? —pregunto desesperado. La que falta es que se haya drogado. Comienzo a caminar al estacionamiento para ir a verlo, pero Ricardo me detiene.

—No es nada grave, Emanuel. Fue un golpe de calor, salió a correr y se desmayó, no se hidrató bien. —Me mira con un gesto que no logro descifrar—. Vamos a tomar un café, me van a llamar cuando le den el alta —replica con la mayor tranquilidad del mundo. Eso no es algo muy normal en él.

—¿Pasó algo más? —cuestiono mientras nos dirigimos a la cafetería.

—Vamos a tomar un café —repite. Sí, pasó algo más.

Nos dirigimos a la cafetería y nos sentamos al lado de la ventanilla, que da justo a la pista de aterrizaje. Él va a hacer el pedido a la caja y vuelve con una bandeja con café con leche y medialunas. Lo miro mal.

—Papá, soy alérgico a los lácteos. No puedo tomar esto ni comer medialunas de manteca.

—Uy, perdón, hijo. —Da vuelta la bandeja y me deja su café solo. Suspiro, se nota que no sabe casi nada de mí.

—¿Cómo descubriste que estaba acá? —decido interrogar—. ¿Quién te lo dijo?

—Nadie. —Me mira con atención—. Siempre lo supe, solo que estaba esperando a que me lo dijeras. Quizás pienses que soy un padre ausente, pero me doy cuenta de las cosas. Para empezar, por las mañanas casi nunca estás disponible para una reunión. Segundo, tenés fotos en tus redes disfrazado de piloto, ¿cómo no iba a darme cuenta?

Creo que está más que confirmado que soy un idiota. Jamás pensé que mi padre iba a revisar mis estados.

—Y, lo que es más obvio, tu título de administrador es falso. Se nota demasiado, Emanuel, estudié mucho cuando era joven, no soy un ignorante. —Chasquea la lengua y le da un sorbo a su café—. Te contraté igual porque sé que podés, sos inteligente y hasta ahora me demostraste que sos muy competente para llevar la empresa... ya hablé con Carlos.

—¿Sobre qué? —cuestiono algo asustado.

—El año que viene me jubilo, la empresa es tuya —anuncia. Casi se me sale el corazón por la boca.

Un flechazo (des)organizadoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin