45

5.2K 548 77
                                    

Emanuel.

Doy vueltas y vueltas con mi silla en la oficina. No me respondió el mensaje, solo lo vio. Y es obvio el porqué, debe estar enojada conmigo cuando no le hice caso desde un principio.

Cuando la desbloqueé, me llegaron varios mensajes de ella, incluso uno reenviado. "Pero Ema sí cree que sos vos". Eso no deja de pasar por mi cabeza una y otra vez. Es un claro mensaje de que todo esto fue mentira, que esa maldita rubia plástica y Vanina me lo hicieron creer para que me separe. Y me odio por eso.

Chasqueo la lengua y continúo haciendo las cuentas de la empresa, pero no me puedo concentrar. Bufo y me pongo de pie de un salto para ir a tomar un café, es lo único que puede distraerme y despabilarme un poco. Valeria ni siquiera me mira cuando paso por su lado, mi hermano no me habló en todo el día y en mi celular solo se escuchan los grillos.

Ya en la cocina me preparo la infusión, pero tomo el contenido de una sola vez, ni siquiera recuerdo ponerle azúcar, por lo que lo amargo me hace poner una mueca de asco. Lavo mi cara y respiro hondo, yo no soy así, no suelo ser tan estúpido en mis decisiones. Tengo que hacerme un lavaje de cerebro o algo de eso.

Vuelvo a la oficina y cierro la puerta de golpe. Me siento con pesadez y vuelvo a prestar atención a las cuentas que tengo a frente a mí, pero esta vez varias risas provenientes de afuera son lo que me distrae. Bufo al escuchar la voz de mi hermano, seguramente le está contando algún chiste a la secretaria, ya que ella también se escucha. Luego noto que mi padre también está hablando, lo que me sorprende porque él nunca sale de su oficina.

—Muchas gracias, espero que te sirva —dice. Escucho varios murmullos y saludos de despedida, pero Valeria y Andrés siguen hablando, solo que no les entiendo nada.

Vuelvo a mirar al papel frente a mí, tiene números borrosos y para nada ordenados, lo que me confunde aun más. ¿Yo hice este garabato? Doy vergüenza.

El bullicio de afuera se calma y al fin puedo volver a concentrarme en todo. Lamentablemente, el silencio dura poco, ya que escucho un grito de mi hermano y una carcajada suave, tímida y dulce. Una carcajada que me recuerda mucho a la de Merlina. Al imaginarla sonriendo, mi estómago cosquillea y me pongo en blanco. Probablemente sea ella la que está afuera. Mi corazón comienza a latir como loco y me siento nervioso, no sé si ir a hablar con ella o...

Un golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos. Trago saliva y la invito a entrar. En cuanto veo como asoma su cuerpo con lentitud tengo ganas de tirarme a ella y comerla a besos, pero me contengo y la espero sentado. Su expresión demuestra una mezcla de miedo, tristeza y, entre muchas cosas, amor. Me mira por un instante y se aclara la voz mientras cierra la puerta.

Me hace recordar a la segunda vez que nos vimos, cuando entró con temor porque le iba a hacer la entrevista. Desde ese día que sus labios me llamaron la atención y me fue imposible no probarlos. Le hago un gesto para que se siente en la silla que se encuentra del otro lado del escritorio y me hace caso. Abre la boca para hablar, pero la interrumpo antes de que emita palabra.

—Perdón —suelto—. Perdón por ser tan idiota, por no escucharte. Perdón por creer en lo que me pusieron en la cabeza y no haberte dado la oportunidad de explicarte. Me siento completamente mal y lo voy a entender si no me perdonas, si decidís que dejemos todo esto acá. Me lo merezco, y no quiero hacerme la víctima ni nada, comprendo lo que debés estar pensando.

—Estoy pensando que sos un completo estúpido —comenta con seriedad. Asiento rápidamente—. Crees más en lo que te dice tu ex que en mí, lo que me demuestra que en una relación no tendrías nada de confianza. Y yo no sé si puedo estar con alguien que no me deja ni explicar, ni hablar, que se deja influenciar por los demás. Creí que me querías, pero ahora pienso que no.

Un flechazo (des)organizadoWhere stories live. Discover now