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Merlina.

Me bloqueó. El muy estúpido me bloqueó después de que me intenté explicar por quinta vez en el día. No es mi culpa si él le cree a las personas que quieren verlo mal, en vez de creerme a mí que lo... que lo amo.

Pretendo no llorar, pero no puedo. Me siento terriblemente mal, a tal punto que ni siquiera tengo ganas de salir de la cama. No tengo la valentía para ir a su casa y hacer que me escuche a la fuerza, solamente me queda confiar en que Andrés le va a decir todo lo que me comentó a mí y lograr que abra su cabeza y me entienda. Después de esto, si llega a darse cuenta de que todo es mentira, no sé si nuestra relación vaya a funcionar. Pensé que era diferente, que era comprensivo, y ya veo que no es nada de eso.

Mi hermano toca la puerta de mi cuarto y entra con lentitud.

—¿Estás bien? —me pregunta. Asiento con una sonrisa—. ¿Segura?

—Sí, no te preocupes. Estoy con un poco de incertidumbre porque tengo miedo de no volver a conseguir trabajo —miento—. Después de esta fiesta me quedé sin nada y es como volver a empezar.

—Tranquila, vas a ver que vas a conseguir algo enseguida. El tipo te felicitó y te dijo que iba a recomendarte. Sabés que ser emprendedora al principio es difícil... —Suspira y se sienta junto a mí en la cama—. En un rato viene Cinthia a conocer a mamá, ya le conté lo del bebé...

—¡Ay, Dios! ¿Y qué dijo? Debería haber estado para apoyarte...

—Se puso contenta —responde sonriendo—. Y Cinthia decidió seguir con el embarazo, así que... bueno, decidimos estar juntos y la semana que viene me mudo con ella.

Mis ojos se llenan de lágrimas por la mezcla de emoción y tristeza que me embargan. Es increíble, pero hace veinte años estábamos jugando a hacer castillos de arena y ahora me cuenta que va a ser papá y va a ir a vivir con su novia. Me pone muy contenta y no puedo evitar abrazarlo fuerte.

—Quiero que seas muy feliz, te súper amo —murmuro con voz temblorosa. Mi sensibilidad no ayuda mucho que digamos, y el abrazo que me devuelve me hace llorar con más fuerza. Cuando se aleja me mira con el ceño fruncido mientras seca mis lágrimas.

—Vos tenés algo más —expresa—. No sos tan llorona, sé que algo te pasa. ¿Fue ese tal Lezcano? ¿Te siguió diciendo Merluza?

—No, no. Es que... —Suspiro—. Empezamos a salir hace poco, como una semana, y anoche en la fiesta nos pusimos de novios, pero pasó algo. —Tomo fuerza para seguir explicando—. Básicamente, su ex todavía lo quiere, se dio cuenta de que estamos juntos y robó mi celular sin que me dé cuenta para que parezca que estuve engañando a Emanuel.

Agarro el celular que está sobre la mesita de luz y le muestro los audios. Él escucha con mucha atención.

—Es demasiado real tu voz —comenta.

—Es mi voz. Lo que hicieron fue buscar palabra por palabra entre mis conversaciones para así crear un audio original y realista. Pensé que no conocía a ningún Fabián, pero así se llama el dueño del salón que alquilé y todo se complicó el doble —manifiesto frustrada—. Y Lezcano me bloqueó sin dejarme dar una explicación, porque obviamente cree que todo es cierto y que realmente lo engañé.

—Es un idiota. Para empezar, no tendrías que haberle dado más bola desde que te dijo Merluza.

—¡Me enamoré! —exclamo—, pero ya está. Todo se echó a perder por culpa de ese maldito plan que hizo la ex o quien sea... ella ganó.

—No pierdas las esperanzas, hermana, dale tiempo para que enfríe su cabeza y se dé cuenta de las cosas. Sé que es un estúpido, pero si también te quiere, se va a tener que arriesgar y escucharte. Y si no, no era para vos, fácil. Va a venir alguien que realmente te sepa valorar y querer —responde esbozando una sonrisa consoladora—. Ahora vamos, en un rato viene tu nueva cuñada y tenés que estar linda.

Un flechazo (des)organizadoWhere stories live. Discover now