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Merlina.

Mi hermano me mira con expresión divertida mientras me aclaro la voz una y otra vez, preparándome para llamar al otro hermano Lezcano. Admito que estuve buscando varios videos de su banda para escuchar qué es lo toca y si es bueno y debo decir que me gustó su estilo de rock independiente mezclado con country, tiene muchos fans e incluso hicieron una gira por América. Esperaba algo peor.

Marco el número del chico y comienzo a caminar de un lado a otro esperando que responda.

—¿Hola? —dice una voz ronca desde el otro lado.

—Hola, ¿qué tal? Mi nombre es...

—¡Já, te la creíste! En este momento no estoy disponible, llamame dentro de diez minutos. —Y escucho que suena el tono para dejar un mensaje.

Resoplo y corto la llamada. ¿A quién se le ocurre hacer ese tipo de saludo? Es original y molesto a la vez, me hizo sentir una estúpida por un momento. Pepe me mira con las cejas arqueadas y le devuelvo el gesto.

—¿Te cortó? —interroga.

—No, me salió su tonto contestador, así que en un rato vuelvo a llamar. —Suspiro y me siento junto a él en el sillón—. ¿Dónde está mamá?

—Mmm... —Hace una mueca pensativa y chasquea la lengua—. Me dijo que no te diga, pero te merecés saber. Hoy tenía una cita, así que no va a volver hasta tarde.

—¿Una cita? —repito sorprendida. Asiente con la cabeza y esboza una pequeña sonrisa—. Bueno, merece ser feliz y todavía es joven, puede superar a papá.

—Obvio, es lo que le dije. Estaba muy entusiasmada, lo conoció en el grupo de autoayuda al que va y al parecer el tipo también es viudo así que supongo que se entienden.

—Eso es bueno —replico mirando a mi hermano. Él hace un sonido afirmativo y nos quedamos en silencio—. Voy a mi pieza, ¿vas a cocinar?

—¡Ni lo sueñes! Voy a pedir una pizza, cuando venga el delivery te aviso, ¿está bien?

—Perfecto.

Me levanto a duras penas. El Kickboxing de hoy me mató y me duele absolutamente todo, no sé si voy a poder caminar mañana. Subo los escalones con sufrimiento y me tiro a la cama ni bien llego a mi habitación.

No puedo evitar sonreír al recordar cómo actuó Emanuel en el gimnasio, me doy cuenta de que es bastante torpe y eso me da ternura. A pesar de que desistí a mi plan de conquista, es bastante obvio que sigue gustándome, al menos físicamente. ¿Cómo no va a gustarme si está tallado por los dioses?

Muerdo mi labio y niego con la cabeza en un intento de olvidar esos ojos tan claros, debo concentrarme en el trabajo. Me siento en la cama y otra vez marco el número de Andrés Lezcano, espero que esta vez responda. Juego con un hilo suelto de la sábana mientras el timbre de llamada suena y, finalmente, escucho que la misma voz ronca de la vez anterior atiende.

—¿Hola? —Me quedo en silencio esperando a escuchar la burla que prosigue, pero solo escucho una respiración—. ¿Hola?

—¡Hola! —contesto con demasiado entusiasmo, al instante siento mi cara arder de vergüenza y aclaro mi garganta para disimular un poco—. ¿Hablo con Andrés Lezcano?

—Exactamente, ese soy yo. ¿Con quién tengo el placer de hablar? —replica con un tono ligeramente seductor. Contengo una carcajada irónica y ruedo los ojos, pero prefiero no decir nada porque realmente necesito convencerlo, así que empleo mi lado más amable.

—Mi nombre es Merlina Ortiz, estoy organizando el evento de su padre y...

—¡Definitivamente, no! —me interrumpe—. Ya me llamó ayer mi hermano para pedirme el mismo favor que estoy seguro vos me vas a pedir, y no, no acepto tocar en lo de mi padre ni para un grupo de vejestorios...

Un flechazo (des)organizadoWhere stories live. Discover now