Se dice gracias | Feng Mei Zuo 🍸

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1645 palabras.
Narrado en segunda persona.
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Después de varios intentos de tus amigas por convencerte de ir a celebrar tu cumpleaños a un bar en el centro de la ciudad, logran convencerte con la condición de no regresar muy tarde.

Ellas, emocionadas, ayudan a arreglarte y se aseguran de que te la pases de lo mejor sin que algún chico ebrio trate de sobrepasarse contigo.

Aunque te la estás pasando bien, no puedes evitar pensar que te sentirías más cómoda en casa viendo alguna película.

Cansada por el último baile, regresas a la mesa que se les fue asignada desde que llegaron. Pensabas sentarte y pedir tu segundo trago de la noche; sin embargo, logras reconocer a alguien entre la multitud.

—Ahora vuelvo —le dices a tus amigas, asegurándoles que no tardarás cuando te ofrecen acompañarte.

Te acercas con cierta duda hasta la mesa ocupada por un joven a quien conoces de la universidad y a quien consideras un gran amigo, aunque el hecho de que te guste hace que no sean muy cercanos.

Tomas una gran bocanada de aire antes de llegar a su lado y colocar tu mano sobre su hombro.
Contrario a sus rasgos usuales, ahora luce algo cansado.

—No creí encontrarte aquí —dices con el tono de voz adecuado para que te escuche sobre el alto volumen de la música.

Él levanta el rostro. Sus labios se separan de manera lenta para contestarte, pero su cuerpo termina traicionándolo.
A penas logras dar un paso hacia atrás para evitar que tus zapatos se manchen con su vómito.

—Sé que no soy la chica más bonita del lugar, pero no tienes por qué vomitar cuando me ves.

MeiZuo cubre su boca, procesando lo que acaba de ocurrir.
Logras ver cómo su ebriedad se desvanece poco a poco mientras se disculpa una y otra vez.

—En verdad lo siento, yo. . .

—Hey, no te preocupes —lo interrumpes tras asegurarte de que tu ropa aún está limpia—, estoy bien. Pero se nota que tú no lo estás. Pediré un taxi para que regreses a casa.

—No, déjame. Ve a divertirte.

—No me podré divertir ahora que sé que estás mal. Vamos —insistes, colocando tu brazo alrededor de su torso para ayudarle a levantarse.

Él suspira y deja que le acompañes afuera del lugar.

Caminan hasta la avenida más cercana, donde tú esperas al borde de la banqueta y MeiZuo se sienta a regañadientes en la banca de la parada de autobús, justo donde le pediste que se quedara.

Han transcurrido algunos minutos cuando al fin un coche blanco se detiene frente a ti.
Abres la puerta de la parte de atrás y miras sobre tu hombro para encontrar a tu acompañante profundamente dormido.

Aprietas los labios.
«No debería dejar que se vaya solo en esas condiciones.» Piensas.

Sientes tus mejillas sonrojarse al agacharte frente a él.
Su cabeza está recargada sobre una base metálica y cuidas que no se golpee mientras mueves su brazo para despertarlo.

—Debemos irnos, MeiZuo.

Sus ojos se abren de golpe. Puedes ver algo de miedo al principio, pero el brillo en ellos regresa cuando sus miradas se encuentran.

—Gracias. —Se levanta con cierta dificultad y se dirige al interior del automóvil, dándose cuenta de que le sigues hasta que cierras la puerta desde dentro.

Jardín de meteoros » one-shots ✅Where stories live. Discover now