Capítulo IV

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**MARCHETTI'S CLASSICS PLAYLIST: Every Breath You Take- The Police

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CAMILA LOCKWOOD

Roma, Italia

Vorrei un caffè, per favore—mi pronunciación es terrible, lo sé. Pero la amable mujer del restaurante solo toma el menú que le ofrezco y asiente con una sonrisa.

Llevo exactamente dos semanas en Roma, Italia. Es veinte de Enero y el clima está tan frio como estoy segura está en New York. No me quejo; adoro Italia. Es mi segundo lugar preferido en el mundo después de Paris. Hay algo en su historia, en sus calles, en sus paisajes que hace que mi corazón vibre sintiendo una paz que no logro sentir jamás en Manhattan. Hay algo en su arte, en su unión que hace que prefiera esta cultura, esta gente, este olor.

Este viaje lo planee por meses con mi familia; cuando finalmente cumplí un año trabajando en el hospital y conseguí mis primeras vacaciones. Nueve años atrás, cuando mi hermano Jesús y yo teníamos veinte y veintiuno respectivamente tuvimos la oportunidad de viajar por primera vez a Italia gracias a un sorteo que él ganó. Solo bastó con ver el Coliseo Romano frente a frente para que me rindiera y me enamorara completamente de este país. Hay arte en cada paso, hay historia en cada piedra que compone la calle que he disfrutado durante casi un mes desde que estoy aquí. La única diferencia es que este viaje familiar se convirtió en un viaje individual.

Estoy despejando mi mente, estoy tratando de avanzar en mi vida y tomar decisiones. He estudiado por tanto tiempo, que cada vez que me tomo vacaciones siento que algo está mal. Que debo hacer algo más productivo; que mis pacientes van a ser los afectados por mi ausencia. Sé que no es justo pensar de esa forma, soy una buena profesional. Pero yo me encuentro tomando café en Italia mientras posiblemente en New York hay personas muriendo que yo podría ayudar.

Pero este viaje marca un antes y un después para mi. Necesito este tiempo a solas para encontrarme conmigo misma. Estoy viviendo, pero sin hacerlo realmente. Cada mañana me levanto, hago mi rutina de ejercicios que consiste en salir a correr con mi labrador negro Thunder y luego ir al hospital, y volver a casa.

Se escucha deprimente, yo algunas veces lo siento así. No hay mucha emoción en mi vida, aparte de mi trabajo. Desde niña siempre tuve prioridades y sueños establecidos. Nathalie, mi mejor amiga desde el instituto siempre me dice que nací siendo seria y aburrida. ¿Lo niego? La verdad, es que no. Soy aburrida en lo que se refiere a fiestas, encuentros casuales con mujeres hermosas o simplemente para disfrutar de la vida.

Sí, lo que se están preguntando es cierto: Soy gay. Una mujer seria, aburrida y total y absolutamente gay. Podrán decir que muchas veces es difícil aceptar tu sexualidad ante una sociedad que te considera diferente; pero yo lo hice a muy temprana edad. A los catorce veía más a las porristas que a los futbolistas que hacían que las rodillas de mis compañeras de instituto temblaran. Tenía un pequeño enamoramiento adolescente con mi maestra de literatura, la Señorita Lizbeth Boss.

Si eso no es lo suficientemente gay debo agregar que la primera vez que dejé de ser seria y aburrida fue cuando perdí mi virginidad con la hermana mayor de Nathalie. Algo que hasta la fecha ella no me deja olvidar. Tory Jonas, fue mi primer amor. Nuestra relación no duró mucho, fue solo un amor de verano.

A los diecisiete años no esperas un matrimonio con la primera chica que se fija en ti y que es tres años mayor que tú. Tory fue tierna conmigo, me dio una linda experiencia que me hizo sentir mucho más segura de mi sexualidad. Seguimos siendo buenas amigas casi trece años después. Ahora ella tiene una esposa que ama, una pequeña hija de tres años llamada Trish que yo adoro. Vive en Los Ángeles, y visita a Nathalie y su familia algunas veces al año.

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