I. May

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15 de octubre de 2009

La conocí un tal 23 de enero, May, que me recordaba al mar, no preguntéis por qué. Me recordaba al mar porque sus ojos eran azules y su voz tan calmada como el agua, pero ella era puras olas. Y al mismo tiempo me recordaba al mar por el vaivén de pensamientos que inundaban el bote perdido de mi cabeza. Me recordaba al endemoniado mar por el torbellino de sentimientos que provocaba en mí. Por cómo me sabía arropar y por cómo su suave ronroneo me acurrucaba por las noches. Por cómo se movía. Porque era tan natural como el agua y te hacía flotar en ella. Nos conocimos sin conocernos en realidad y terminamos creyendo que fueron mentiras. Pero claro, ¿cómo iba yo a fingir un año entero? ¿Y cómo adivinar que su marea dejaría de rondar mis costas para acabar en playas desiertas? Y ella pasó a ser lago. Un lago al que animales paran, beben agua y marchan de nuevo. El propio lago se secó y se llevó consigo a todos sus peces. Ella se marchó por pretenciosa, por egoísta y por no saber qué caminos elegir. Se marchó dejando corazones rotos y a mí por el camino. Y el blanco que vestía la luz que me trajo, tornó en negro el traje del funeral.

Crónicas de un yo pasado, tú presente y nuestro futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora