Capítulo diez: El calor del hogar.

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Aquella conversación con Alba me había dejado tocada. Desde que me soltó la bomba no he dejado de pensar que es hora de que me de una tregua, de que empiece a darme un espacio que desconozco todavía y aceptar -de verdad- que ya no hay marcha atrás. No es fácil cuando llevas prácticamente dos años pensando que todo tu futuro va a ser con una persona y, de golpe, te das cuenta de que nunca ha sido posible porque estáis en puntos diferentes.

El caso es que está a punto de llegar la navidad, diciembre se nota por debajo de la ropa, y a mí todas estas luces no me dejan mucho margen a dejar de pensar en Alba... Pero Sky me está cogiendo del brazo mientras me explica la historia de los jardines del Tivoli, que aunque ya la conozca, contada por una nativa siempre resulta interesante. Le brillan las pupilas mientras no deja de contar que es uno de los parques de atracciones más antiguos del mundo, orgullosa.

Llevamos varios días viéndonos a diario, le ha cogido el gusto a presentarse en la puerta de mi trabajo con la excusa de que salgo muy tarde y quiere asegurarse de que llego bien a casa... ¿y quién le dice a ella que también tiene derecho a irse acompañada a la suya? Bueno, si no fuera tan terca, igual yo, pero es casi imposible, y mira que lo he intentado. Nada, nada, siempre me da esquivas y cada día trae una nueva excusa. En fin, qué mujer...

Empiezo a sentirme extraña cuando no estoy con ella o no hablamos, se ha convertido un poco en rutina. Que siempre me corrijo distrayéndome con papeleo o alguna serie que me entretenga lo suficiente como para no pensar en volverle a hablar.

- Oye, Ana... Me gustaría contarte algo -me saca de mis cavilaciones, porque me he quedado absorta mirando las bombillitas que adornan la noria principal del parque y le doy pie a que siga hablando cuando giro la cabeza para prestarle toda mi atención-. Es que... voy a tener unos meses complicados a partir de febrero... Y me gustaría saber si... Bueno, da igual, tampoco tienes que comerte mis marrones... Pero eso, que igual no podemos vernos mucho y no quiero que te sientas excluida de mi vida ahora que te he hecho un pequeño hueco en ella.

La miro sin terminar de comprender qué me quiere decir, pero una sonrisa ladeada acaba convenciéndome de que está siendo lo más sincera que puede, y yo sigo pensando que tengo que respetar sus tiempos.

- Entonces esperaré a que estés disponible para seguir dándote el coñazo en persona -vuelvo a ponerme a andar, haciendo que ella me siga porque sigue enganchada a mi brazo-. Pero que sepas que puedes contarme tus marrones, eh -no le doy mucha importancia, quiero que vea que si ella no se la da, yo tampoco-. Total, ya me tienes -esto es apenas un susurro, pero me ha salido sin pensar, sorprendiéndome hasta a mí misma.

- No es que no confíe en ti, de verdad.

-Lo sé. No me tienes por qué contar nada, Sky, lo entiendo. Cuando te sientas preparada y quieras, si es que quieres, contarme, te escucharé. Hasta entonces, simplemente me dedicaré a pasear contigo por jardines daneses. ¿Te parece? -le dedico una mirada cómplice, dándole la vuelta para quedar encaradas y que intenta hacerle entender que no me debe nada.

- ¿Acabas de llamarme Sky? -se queda con los ojos muy abiertos y una sonrisa incrédula. ¿De todo lo que le he dicho se ha quedado con el diminutivo que me ha salido sin querer? Me repito, pero qué mujer...

- ¿Te incomoda? -me río, nerviosa por la respuesta.

No tarda en llegar, pero no son palabras. Me abraza, haciendo que mi cabeza quede reposada en el calor de su cuello, cubierto por una bufanda grisácea, debido a que es algo más alta que yo. Le correspondo a duras penas porque no me lo esperaba, pero ella refuerza el agarre y es lo único que necesito para rendirme a su cariño inesperado.

Me siento bien.

Demasiado bien.

Aunque no puedo evitar que los nervios me ataquen al pensar en qué puede haber causado esta muestra de afecto tan gratuita, aún sin separarnos. Su cabello rubio me roza la nariz al hacerlo, dejándome el olor dulzón que le caracteriza, y cuando me deja ver al completo de nuevo su rostro, noto cómo, a pesar de la luz que hay, sus mejillas están sonrojadas.

Crónicas de un yo pasado, tú presente y nuestro futuro.Where stories live. Discover now