Capítulo ocho: Aprender.

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— Oye, Ana... Que yo entiendo que no quieras venir sola, pero... ¿en serio era necesario encasquetarme a mí el marrón este?

— Sí, Skyler, solo confío en ti para que no me tire la caña.

— Pero si tienes un arte monumental para esquivarlas, no me des excusas.

— Bueno, vale, me has pillado, quería verte y no encontraba más razones para hacerlo —miro al frente por primera vez, esquivando su rostro sonriente mientras me aseguro de que el moreno de ojos verdes está esperando en la puerta del restaurante en el que hemos quedado.

— No sé, como por ejemplo... ¿Que quieres verme? A mí me sirve, eh. Para la próxima —sigue mi mirada y se carcajea al ver que me he puesto tensa—. La última vez que te lo cruzaste no estabas tan nerviosa.

— ¡Porque estaba trabajando! Esto es puro ocio.

— Precisamente por eso deberías estar relajada —la miro y ella me devuelve una sonrisa ladeada que acompaña con una ceja alzada.

Tiene toda la razón del mundo.

El caso está en que es la primera vez en demasiado tiempo que no quedo con un chico a solas, y la verdad es que tampoco es que me apetezca del todo enfrentarme sola a ello. No digo que Arlen sea un mal tipo, pero literalmente le conozco de saludarle por las mañanas y haber hablado un par de veces por mensajes para acordar el día que nos viniera bien. Quizá si le conociera mejor, otro gallo cantaría. Pero bueno, el plan de vernos hoy es para eso mismo, ¿no?

— Venga, que no te tenía yo por una cagada.

— ¡No lo soy! —le rechisto, ofendida por que piense eso.

— Pues no lo estás demostrando, vamos —me agarra del brazo, tirando de mí para avanzar los pocos metros que nos separan del chaval.

Este nos recibe con una sonrisa, no se sorprende de que venga acompañada porque para eso le avisé antes de confirmar la quedada. La forma en la que pasea sus ojos, casi silvestres, por nuestras caras hace que me relaje un poco, demuestran más ilusión que otra cosa.

— Hola —rompe el corto silencio que nos rodeaba con una voz aguda y alegre mi acompañante.

— ¿Cómo estáis? —se balancea dubitativo por cómo debería saludarnos.

Yo cuando viajo me quedo siempre igual, ¿dos besos? ¿Uno? ¿Abrazos? Mira, yo ya no sé, esto siempre es un lío. Así que alzo la mano con intención de que me responda, y así hace. Skyler me imita cuando él lo hace con ella. Nos miramos un segundo los tres y empezamos a reír. De acuerdo, a todos nos ha parecido igual de estúpido.

— La próxima vez recordadme que mire cómo se saluda en España —la tontería que suelta el moreno me hace gracia y le doy un leve empujón.

Vaya, si tiene sentido del humor, me está cayendo bien.

— No hace falta, te lo digo yo. Normalmente con dos besos, quizá si tienes más confianza un abrazo. Pero vaya, tampoco es cuestión de hacerlo todo como a mí me resulte más cómodo, también cuentas tú.

— Hala, nadie me había dicho cosas tan bonitas sin conocerme, tía. Que me emociono —hace el gesto de quitarse una lágrima del fin de su ojo.

Vaya dramático.

— Os voy comprando las velitas... ¿las queréis de algún olor? —salta la rubia mientras hace el amago de irse. Yo lo impido cogiéndole de la mano para que no se aleje mucho.

— Bueno, parece que los tres tenemos el mismo humor, va a estar divertida la noche —los dos me miran, sorprendidos, cruzan sus pupilas entre ellos y empiezan a carcajearse de nuevo, asintiendo.

Crónicas de un yo pasado, tú presente y nuestro futuro.Where stories live. Discover now