Capítulo once: Transeúnte.

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— Oye, una cosa en la que acabo de caer... ¿Skyler habla español? Porque si es por mí, apenas llego a la salida del aeropuerto, eh.

— Sí, mamá. Habla español, y lo habla muy bien. Su padre era español —sigo mirando al frente, buscando entre los pocos andantes una cara que empezaba a conocer bien, a la espera de que apareciese en algún momento.

Hemos quedado en nuestro restaurante favorito para cenar, y así aprovechar a salir y enseñarle a mi madre la capital danesa en plenas fiestas. Mi rubia aparece con la sonrisa puesta por la calle opuesta a la nuestra, y a mí me empiezan a temblar las manos, porque no sé qué va a ser de esta noche.

— Anda que, presentarme a tu madre en la primera cita, cari —me dice ella en cuanto llega a nuestro lado.

— ¿Pero no me habías dicho que no teníais nada? —salta mi madre, con tono ofendido.

— ¡Que no! Que es una bromista. Ja, ja —imito el sonido de una risa, obviamente sin hacerlo, aunque con tono divertido por la situación. No sé quién es más particular, si la que hace las gracias o la que se las cree—. Ni "hola" ni un abrazo ni nada. Sky, lo nuestro se está haciendo imposible, eh.

— Ni me hables, estoy dolida —gira la cabeza, buscando a mi madre para darle dos besos y presentarse—. Soy Skyler, encantada.

— Elisa —le responde mi progenitora—. Y tú, niña. ¿Qué es eso de hacerle pupa a la chica? ¿Para esto te he educado yo? —le pasa un brazo por los hombros a la recién llegada.

— ¿Y este complot contra mi persona?

— Te lo tienes merecido. ¡Quiero el divorcio! —salta la más alta, aunque es la más joven de las tres.

— ¿Pero? —¿las salidas de esta chica?

— Ay, ¡qué disgusto más grande! No veo la boda y me toca presenciar el divorcio. Luego me llorarás la muerte, pero que sepas que si me voy antes es por la pena.

A cada cuál, más dramática que la anterior. 

Transcurrida la cena con cada vez más vacile, piques y tonterías varias con mi madre y mi amiga como protagonistas, estamos dando una última vuelta por las calles, que se podrían iluminar solo con las bombillas colgadas de los balcones.

Sky y ella se han llevado genial, tienen el mismo humor, así que me alegro de saber que podré volver a juntarlas si se da el caso, como por ejemplo para fin de año, si es que la rubia tiene libre de planes ese día.

Estoy contenta, feliz, cómoda con la pequeña parcela de mi vida que he ido construyendo en los últimos meses y que está repleta de trabajo, amigos maravillosos, la que considero familia pendiente, y buenas vibras. A decir verdad, solo tengo una única preocupación en la cabeza, pero es un runrún lejano que escucho de fondo, que aunque constante, no es incómodo de escuchar. Esa situación se la dejaría para la Ana del futuro, la que ya ha disfrutado de unas Navidades repletas de amor y bienestar con su madre y ya se ha despedido de ella en el aeropuerto.


Pues menos mal, Ana, hija. Menos mal que me dejaste el marrón a mí, porque imagínate compaginar eso con que tu madre, o sea, la mía... Bueno, me entiendes, te esté mirando con la cara más triste que te ha dedicado jamás justo después de decirme que hay algo que no puede callarse más.

— A ver, mamá... Deja de mirar los horarios y dime ya qué es eso tan importante que tienes que decirme... Me estoy empezando a agobiar...

— Ana, cariño...

— ¿Pasa algo? Háblame...

— No, es que te voy a echar tanto de menos...

— Qué ganas de hacer sufrir al personal, eh. Ay, pero no llores —le quito del borde del ojo una lágrima que está empezando a escurrírsele—. Te prometo que iré pronto, ¿vale? Cuando me den un poquito de margen en el trabajo, de verdad de la buena.

Crónicas de un yo pasado, tú presente y nuestro futuro.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon