Capítulo uno: La primera de todas (1ª parte)

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Era día veintidós de enero del dos mil ocho, vísperas del decimoquinto cumpleaños de mi mejor amiga. Me había invitado a una cena en su casa, un plan tranquilo, quizá ver alguna película y charlar hasta que se hiciera una hora prudente para irse a casa, caía miércoles y había clase al día siguiente, pero había insistido en que necesitaba pasar aquel día con su gente y que, si hacía falta, la fiesta la podríamos dejar para aquel mismo fin de semana. No cuestioné mucho, me apetecía horrores volver a verla, pues no habíamos podido quedar desde previos de Navidad por un viaje inesperado -su regalo por adelantado- a Irlanda. Y ahí estaba yo, picando a la puerta a las cinco y media de la tarde después de despedirme hasta las diez y media de mi madre, que me había traído en coche. Abrió la puerta distraída con una conversación con alguien en el interior, así que esperé a que viera que era yo para fundirnos en un abrazo desesperado.

— Joder, cómo te he echado de menos, enana —soltó nada más saltarme a los brazos.

— Felicidades, piltrafa. Ya te queda un año menos para que te metan en la cárcel —bromeé yo en respuesta a tanta intensidad que contenía aquel acto.

— Pasa, por favor. Te presento, eres la última.

— Vaya, para una vez que llego tarde —hice un pucherito con la boca para disculparme.

— No llegas tarde, es la hora, pero la gente aquí es una impaciente. Mira, esta es Laura —señaló a una chica de ojos saltones y pelo rubio corto que me saludó con una sonrisa—. Ella es Naiara —esta resaltaba entre el resto de chicas de allí por su camiseta verde fosforita, que contrastaba de una manera muy peculiar con su moreno del cabello—. Y ella Marta —unos ojos azules que había descubierto que no se habían separado de mí me sonrieron sin levantar las comisuras de sus labios, lo transmitían todo cristalinamente, como si ya nos conociéramos—. A Julia ya la conoces, así que no te la presento. Chicas, ella es Ana —me presentó para las que todavía no sabían mi nombre.

— Encantada.

— Igualmente —susurró Marta, de manera que casi ni yo misma pude oírla de no ser porque la había mirado justo en ese preciso momento.

Yo me acerqué a Julia para darle un abrazo a mi compañera de mesa diaria en el instituto, como era habitual cada vez que nos veíamos, mientras veía a Paula, mi mejor amiga, proponer algún plan para pasar el rato.

Charlamos largo y tendido sobre todo y sobre nada a la vez, reímos, contamos anécdotas del pasado, cenamos mientras vimos la primera película que nos convenció medianamente a todas y, de cara a las diez, decidimos hacer una ronda rápida de preguntas para conocernos un poco mejor. Claramente yo partía con la desventaja de ser la menos conocida de aquella sala, así que probablemente la mayoría de preguntas que hicieran estaban pensadas para que las respondiese yo. Realmente fue algo así como una especie de escrutinio sobre mi vida emocional, que hasta el momento era inexistente puesto que la única persona que me había llegado a gustar estaba entre las presentes y, definitivamente, no iba a comentar nada de aquello porque valoraba mucho más la amistad que me unía a ella que cualquier posibilidad de tenerla como pareja. Sin embargo, entre tanto misil cargado de un veneno poco peligroso para la poca vergüenza que me daba hablar de todo aquello, me vi interesándome en las respuestas de cierta morena de ojos marinos. Compartíamos gustos musicales, buen punto de comienzo para alguien que literalmente vivía entre música como yo, y alguna reflexión que salió a colación entre las preguntas de Paula.

— En realidad, ¿qué sentido tiene todo? En plan, la vida está hecha de pequeños momentos a los que se han llegado por causalidades, hechos que se interrelacionan entre sí, creando un gran amasijo de almas en pena que persiguen una felicidad durante toda la vida que nunca llegarán a alcanzar porque es un invento del ser humano para pensar en que todo lo que hace no está siendo en vano, para no odiarse por reconocer que están aquí porque el cosmos se ha alineado para hacer de ti esa posibilidad entre el millón de billones de que justo tú hubieras sido la combinación de átomos que sería el siguiente bebé naciendo. Menuda putada para nosotros, ¿eh?

Crónicas de un yo pasado, tú presente y nuestro futuro.Where stories live. Discover now